lunes, diciembre 31, 2012

Adiós 2012

Adiós 2012, te la comiste.

Y ese LA lo podemos meter todo. O a todas.

Porque ni modo.

Ya pa qué con máscaras.

Es mejor dejarle la máscara a ella y que te la comas, 2012.


Aquí estuve muerto, 2012, asesinado por mi propia espada.

Mientras ella se hizo la muertita, como los perritos,

Pero apenas vio un hueso...

Y yo, la verdad, muerto, comido, 2012.


Escúpeme, 2012, antes de que te quemes en la gloria de la no existencia.

Antes de que seas recuerdo,

un barco y la llave para la paz,

del mundo y de mi mundo.

Dame la clave del perdón, y del olvido.


Te la comiste 2012, y me hiciste.

Te prometo revivir, mi resolución, 2013,

pero ahorita comamos,

al 2012

en su propia salsa.

Notas de Esfiria: Maoli II

Dicen que fue vista una niña, piernas mojadas, caminando hacia el sur. La gente le preguntaba que qué iba a buscar allá: no respondía. Le preguntaban que de dónde venía: nada. Resolvieron por correr el rumor, no prestarle atención a la niña de piernas mojadas y llave colgando de su cuello. 

Sólo una respuesta se obtuvo de ella, de un viajero que no hizo caso. La encontró cansada en una piedra, cara hundida en las rodillas, ya no tan mojadas de caminar tanto. Preocupado se acercó y tuvo la misma suerte que todo el que le preguntaba, hasta que le asomó una cantimplora con agua. Se la arrebató y la abrió sobre su cabeza. Su cabello, castaño entonces, de repente se aclaró hasta un naranja vivo. Sonrió, se levantó, dio unos brincos y para sorpresa del viajero abrió la boca y en el aire se formó un mar del tamaño de dos hombres. Atónito, el viajero pasó la mano por el mar, tratando de entender cómo es que no mojaba, ni sonaba. "Ah, esta es la palabra de esta niña", se dijo el viajero, y entendió: busca el mar. El viajero señaló la dirección del mar y la niña se dio por satisfecha. Volvió a abrir la boca, ahora un cofre flotaba en el aire. En sus manitos brillaba la llave. El viajero no supo qué responder: ¿Cuál de todos los cofres del Esfiria podría tener par con esa llave?  Levantó sus hombros en desconocimiento. A Maoli se le oscureció la cara, pero empujó una sonrisa y siguió su camino, no hacia el mar, sino hacia el peligroso sur. 

martes, noviembre 27, 2012

Notas sobre Esfiria: Maoli


De todas las sirenas de Esfiria, no hay una más particular que Maoli. Su origen, se supone, ha de ser el mismo que el de todas las sirenas: alguna estrella traviesa habrá caído desde la noche al mar y habrá dado a algún escamado la posibilidad de tener espíritu; pero quién sabe qué habrá salido mal, o bien, que esta sirena, a diferencia de las otras, no puede cantar. De hecho, tampoco puede hablar. No tiene voz, ni puede hacer ningún ruido con la boca. Sin embargo, todo se compensa por su muy peculiar habilidad. Cuando Maoli abre la boca, de su garganta salen colores que dan forma a imágenes en el aire. Su voz no suena: dibuja. Por eso Maoli es conocida. 

Entre sus travesuras está dejar la playa llena de imágenes que no desaparecen sino hasta que pasan días y días, dibujar fantasmas en la oscuridad de la noche que espantan a los marinos, o simplemente hacer que el mar entero cambie de color. La gente que vive en la costa este de Esfiria está acostumbrada a su paso, sin embargo nadie la ha conocido realmente. Algo habrá ocurrido, que la hace no acercarse con ligereza a la gente. 

Aún así, hay quienes afirman haberla visto, y hasta reconocido, en tierra. La describen como una niña de cabellos naranjas y enmarañados, con cara a veces refunfuñada, a veces distraída, y con una llave en el pecho. Dicen, que la llave la encontró un día en la playa, cerca de un barco deshecho por el tiempo y el olvido, y que desde entonces ha sido la obstinada meta de Maoli encontrar a donde pertenece la llave.

 Lo cierto es que Maoli se dirige, desde hace algunas lunas, hacia la dirección del viento. Al sur, que concuerda con las historias que se cuentan sobre ella: Solo en el sur de Esfiria se pueden encontrar cofres perdidos.

lunes, septiembre 03, 2012

Notas sobre Esfiria 6: El mar.

Nadie sabe mucho, a ciencia cierta, sobre los mares de Esfiria. Son de agua, sí. Tienen olas, sí. Y también tiene de vez en cuando un humor de perros que no puede calmar ni la voz más dulce de ninguna sirena. Ni siquiera los que deberían como fungir como embajadores de las profundidades saben decir mucho, aún cuando son ellos los únicos que han estado bajo las aguas. 

Verán. Los mares de Esfiria se extienden de forma irregular, y no son descriptibles por ningún mapa: cambian de forma a gusto, tanto como cambian de furia o pasión. Temiendo a tanto cambio, la gente de Esfiria nunca se ha aventurado a las profundidades de las aguas, apenas a sus superficies, en barcos de madera, desde donde con suma valentía, dicen, hacen formas en el agua con un palo, tratando de que el agua, amablemente, les responda. 

Nunca responde.

O eso dice la gente de mar, la gente que nace de las olas pero, una vez llega a tierra, no recuerda que vio en el fondo. Son estos los que se atreven a agarrar barcos y surcar su origen natal. 

- Hay tanto secreto en el mar - confiesa el viejo marino - que un día escupió con toda gana un monstruo plateado. Llevaba palabras, promesas y preguntas de toda clase en el lomo. Era como un grito, un grito desesperado, que voló con alas de plata más allá de la montaña en donde siempre es de noche. Allá, en la tierra tenue, en donde durmió una vez el Duilfo, habrá aterrizado, pero sabrán los dioses si habría alguien que entendiera el grito. Habrá sido algún desespero del mar, que guarda tanto bajo su piel... 


jueves, agosto 02, 2012

Letras separadas

Empiezo a escribir esto como escribo todo,
sin saber.

Sin tener idea del origen,
o de la semilla que plantada en el medio de mi pecho
vomita estas cosas.

No sé ni de qué color es todo esto,
ni lo imagino.
Ni qué textura o sabor,
ni qué aroma.

Solo sé esto,
lo que no te puedo decir.

Espero que lo imagines,
porque no te lo puedo decir.

No tengo escudo para soportar la explosión del fin del mundo
del dragón de komodo
del león de 5 patas que se me lanzará encima si lo dijera.

Pero al menos lo sé.

Sé eso. Su color,

su textura,

su sabor.

Sé tú sabor, ahora.

Es eso.

Y espero que sepas leer estos no sé.

Tejidos de silencio, mujer. Tejidos de silencio.

Color de tijera. Sabor a olvido. La textura indescifrable de lo infinito.

Tu textura indescifrable.

Tú, oh textura indescifrable.

Esto.

L e t r a s s e p a r a d a s.

De ti. 

lunes, julio 30, 2012

Notas de Esfiria 5: Los carros abandonados.

Hay por toda Esfiria un montón de carros abandonados, que nadie supo nunca manejar. A veces, cuando se amontonan, parece un gran cementerio de seres metálicos que nadie, a ciencia cierta, sabe qué son.

Se sabe que son carros porque alguien alguna vez contó la voz. Desde entonces todos saben cómo se llaman, pero nada más.

Ni la curiosidad infinita de la gente gato ha podido revelar los misterios de estos cadáveres. 

domingo, julio 29, 2012

Hermandad



En el chat grupal, en mi celular, en mi mano que recién despierta.

- Minnaaaaaaa (Todos), ¿Vamos a cenar por ahí?
-¡Vamos pues!
-¡Dale! ¿Te busco?
-¿A qué hora?
-¿7:30?
-¡Dale! ¡Yo te espero!
- Enkaaai, ¿Puedes pasar por mí?
- Oka, estoy más cerca de lo que te imaginas. Dale, también buscaré al Sensei.
-Oshwaldo...
- ¿Pero vendrías ya, ya?
- Después que busque a Taichou (capitán)
- Bueno, yo estoy en el aeropuerto. Te espero. xD
- Jajajajaja. Sapo. ¿No estás en tu casa entonces? ¿Busco a Luci primero?
- Sorry, te estaba troleando. Me voy a Caracas y regreso el martes.
- Jajajajajaja, gafo.
- LOL
- Luci, voy a tu casa.
- Dale, me cambio rápido.
- Oka.
- Buen provecho, ladies.
- Buen viaje.
- ¡Epa! ¿Pa dónde?
- Luci, estoy afuera. ¡BANZAAAAAAAIII!
- ¿Puedes Steph?
- Ehm, los voy leyendo. ¿Ya están todos?
- Solo Luci, Sensei y yo. Ya estamos en Banzai.
- No tranquilo, me quedaré en mi casita.
- :(

Apenas aquí comienzo a leer, y respondo.

- Me acabo de despertar. ¿Me lanzo?
- Dale, estamos apenas esperando la comida.
- Sabes qué, no. Sí voy, pero llego como en 15. ¿Qué hay en el menú a ver si acelero?
- Apenas pedimos, jajaja. Hay puesto para 2.
- Pídanme una miso, eso es lo único que quiero.
- Oka.
- ¡A mí también!

Y, caminando, llegué a donde mi familia me invitaba a comer. 

viernes, julio 27, 2012

Notas de Esfiria IV: Ancianos

Hay, como es de esperarse, muy pocos ancianos en las tierras de Esfiria, y pocos tienen la suerte de conocer a los pocos que hay. Todo esto porque, pues, para llegar a ser anciano es necesario vivir demasiado. No muchos años, no. No muchas noches, tampoco. Simplemente hay que vivir demasiado. 

Se puede vivir demasiado en apenas dos días. 

Se puede vivir muy poco en 30 años. 

Y la vejez llega con una suerte de iluminación particular. 

Se cuenta que hay un anciano en los desiertos, vagando (porque esto hacen los ancianos), y divirtiéndose con los viajeros que encuentra a su paso. Si ve a alguno, cuentan, le pedirá permiso para ver su espada. La tomará entonces entre sus manos y la detallará lentamente. Sonreirá y dirá "Ya veo. Tú también crees eso". Y sin decir más seguirá su camino. 

Los ancianos no tienen espada, o la tienen en todo el cuerpo. La verdad de los ancianos ya no es una, sino una integridad con todo lo que ellos son. 

Por lo mismo, nadie intenta debatir con los ancianos. Aún se cuenta de tontos que perdieron su espada contra el mísero dedo del viejo al que atacaron; y es que es eso: la piel de los ancianos guarda toda su historia, y por lo tanto ha sido forjada con el más fuerte mazo. 

jueves, julio 26, 2012

Notas de Esfiria III: El sur




Off Road by `gilad on deviantART

 El sur del sur, y un poco más allá, es un lugar de misterios. El desconocimiento ha hecho que sobre tal se cuenten toda clase de pesadillas, y ni hablar de los sureños. Mientras más al sur, más largas las noches, mientras más largas las noches, más extrañas las ocurrencias. Los cronistas más imparciales están de acuerdo en que los sureños, cuando poco, y a razón de tanta oscuridad, sufren de casos diversos de demencia. 

Poco se sabe de ellos, y de su hábitat. Poco salen, y cuando salen, jamás vuelven ni cuentan lo que vivieron. 

Sin embargo, puede pasarte que, si te paseas por las tierras cercanas al sur, en donde ya la noche empieza a ser larga, te encuentres con sureños paseando. Harapos diversos y colores oscuros los caracterizan. Si tienes suerte puedes preguntarles y te dirán lo que dicen a todos: El sur es el sur, y solo yendo se aprende. Te señalarán a donde ir y te dirán que cuando llegues a la gran laguna, esperes al barquero. Insistirán en que vayas, que será divertido, echarán risotadas groseras y beberán. 

Se recomienda al viajero que, si se ve en esta situación con un sureño, nunca le pida compañía, pues a los sureños les encanta entablar amistad, luego de un debate a espada limpia. 

Es peligroso, dada la oscuridad que es su terreno, pelear con un sureño. 

miércoles, julio 25, 2012

Notas de Esfiria II: Las espadas.



En Esfiria, no tener una espada es no tener voz, opinión, verdad personal. Apenas se forma en la cabeza del niño una manera individual de ver el mundo, en su mano se va formando el mango y el filo, como de la nada, parece, pero de la misma sangre, se sabe. Durante el crecimiento, la adolesencia es agarrar un martillo y golpear la espada, en el calor de las pasiones, para darle más forma, más filo, y más individualidad. 

Varían las espadas según el habitante y la zona que habita: la gente de fuego tiene espadas de formas muy variadas, pero desordenadas y de filos serruchados; la gente de agua son de espada fina, semi translúcida, sinuosas y mentirosas: son la gente de los secretos; la gente de aire tiene espadas oscuras o transparentes, a veces invisibles, a veces ajenas, a veces muy elaboradas producto de tanto libro y conversación; la gente de tierra tiene espadas toscas y duras, pero sencillas y de difiícil discusión: un martillo puede ser una verdad de alguien en este pueblo. 

Además de esto, la posición en el norte y el sur afectan mucho. Mientras más cerca del norte, y por lo tanto, más cerca de la luz, las espadas son más parecidas unas a otras. Todos saben que la gente del norte tiende a convencer y promover la homogeneidad entre las verdades. En cambio en el sur, donde siempre es de noche, las espadas varían mucho: la individualidad es aplaudida. 

De la forma de usar la espada, si es que se usa, hay tanto reportado como guerrero, o debatiente, ha existido. Todos recuerdan épicas como la primera entrada de la gente de mar contra los habitantes de la montaña. En tal choque, se encontraron un hijo del aire y otro de la tierra. Sus espadas temblaban de ganas de destajar, pero no responderían a nada sino a las palabras de sus dueños, por supuesto. Se cuenta que el hijo del aire, como todos los tales, desarrolló una serie de movimientos estranbóticos y elaborados, argumentos exagerados y enrevesados del porqué el hijo de la tierra debía dejarlo pasar. Este no se impresionó, como era de esperarse. Su espada, un garrote sencillo y de gran tamaño, se llenó de su voz: "No entiendo lo que dices, y no me importa. No te dejaré pasar, porque no quiero". Con eso, reventó en la cabeza del aún en movimiento hijo del aire, el cual no alcanzó a siquiera rasguñar al tosco garrote. 

En cuanto a los pueblos y sus espadas comunales, cuando van a guerra y tienen una razón por la que ir, la forjan entre todos, y todos dan un martillazo. Ha pasado que no todos aportan el golpe, que no todos están de acuerdo con esa razón o espada forjada, pero de estos siempre se ha sabido que sale al menos algún traidor, por lo que la atención y a veces el desperecio cae sobre ellos mucho antes de encontrar prueba alguna. 



Notas de Esfiria I

Detrás de los caminos enredados, lejos de los desiertos, hay un sendero olvidado que acorta las distancias. El sendero es de arena roja, y el follaje suele florear violeta por esta época de poca luz. El sol rara vez muestra la alargada cara por estos lados de la esfera que es Esfiria. Se podría decir que esta zona pertenece a lo que se conoce como Tierra Tenue, en donde los duilfos alguna vez poblaron las largas planicies. 

El sendero rojo, sin nombre hasta ahora, lleva a una montaña que tiene una propiedad muy particular. Nadie sabe qué hay en la montaña, ni si la habitan gentes. Todo lo que viene de esa montaña es rumor, porque para nadie que la haya subido o atravesado ha sido una misma experiencia. Varía de persona en persona, de animal en animal, dicen. Lo que sí es común en todos los cuentos de esta montaña es que siempre que te acerques a ella, se hará de noche. Una noche larga y espesa, que durará lo que dure tu estadía en el sitio. 

Algunos dicen que a habitan gentes del fuego, oscuros, o animales desconocidos. 

Otros dicen que la habitan sueños. 

Hay gente que ha dicho haber sentido puertas y manijas en la montaña, pero nadie ha contado qué existe detrás de tales. 

Lo cierto es que subir la montaña es noche segura. Noche espesa, que hará que tus manos y pies sean tus ojos. 

La cima de esta montaña, dicen, es hermosa. Una pequeña planicie no más grande que una habitación pequeña, que permite ver el mar del este (el dicho mar de los vientos, donde las sirenas cantan, los barcos hablan y la gente de mar hace vida). Del otro lado, del lado del sendero rojo, una vez transitado, solo se verá la oscuridad de la noche. Un viejo decía haber cruzado la montaña, y asegura que esa noche guarda todo lo pasado. 

- No querrás volver ahí - dice - siempre es un tormento. Nada de lo que ves está ahí. ¿Quién puede decir a ciencia cierta que ve algo en medio de la noche más espesa? 

Nadie, por supuesto. Nadie. 

El último rumor que se escuchó en esa montaña, dicen, fue esta canción. 

sábado, julio 21, 2012

Brawl

Mi joven pero gastado cuerpo...

Aún recuerda todo, a pesar de la cantidad de basura que lo compone. Somos lo que comemos dicen, entonces mi pobre cuerpo no es ahora más que aceite saturado.

Saturado, mi joven, pero gastado cuerpo, que aún recuerda.



Tampoco fue como lo cuentan, pues. No es que entré al concierto de Candy 66 y ya, era quien yo era. Fue más bien un proceso de adaptación o limpieza de organismo. Las baterías y los bajos, los beats y los gritos, las llamadas de la olla.

Me hice el pacífico. El muchacho de 27 años que ya pasó por estas tonterías. Mi joven pero gastado cuerpo, gordo y maltratado, cerraba los puños cerca de la olla mientras veía la alegre fiesta de golpes y patadas.

Hombres grandes, de músculos entrenados y humores exacerbados por la música estridente rodaban en la olla de violencia consentida, pero mi joven y gastado cuerpo.

- ¿Por qué no te metes? - Me decían.

- Nah, ya yo hice esas cosas. Si me meto ahí me matan, con esta condición... - señalo mi barriga, pero mi otra mano se empuñaba sola.

Bastó un empujón.

Para mi joven pero llevado cuerpo, un solo empujón bastó.

Fiesta de golpes.

No recordaba haber sonreído tanto.

Cuerpos bailaban, brazos rodaban circulares, movimientos pendulares, ganchos como hoces, patadas desordenadas. Entré al fuego, y mi gastado cuerpo no lo pareció tanto.

Lo recordé todo: bajar la cabeza, esconder el mentón entre el hombro y el puño preparado para los rectos, las piernas ligeramente separadas y la de apoyo con el talón un poco levantado para el efecto resorte, cadera lista para los giros violentos.

Tardé en elegir a uno. Golpes venían de todas partes por lo que mi cuerpo se dedicó a lo que sabe hacer mejor, esquivar, elegir golpes para recibir, embestir y alejar amenazas. Recordaba bien.

Entonces apareció. Un hombre grande, franela de grupo que no conocía, pelo largo y barba. Me señaló, y mis puños sonrieron: por un momento él no era él, sino tu siguiente.

Revienta.

Sus movimientos desordenados lograron acertar incontables golpes en la furia del rock, pero no fueron golpes que mi cuerpo no eligiera. Mi abdomen, cubierto de grasas, resistió bien. Las piernas, entrenadas por 5 años, resistieron bien. Mi cara no eligió golpe alguno, y no se llevó ninguno. Esperé al puño más desordenado que viera. Un gancho, por supuesto. Desordenado y muy anticipado. Le ofrecí el rostro, y hasta estuve tentado a dejarme golpear solo por ver qué tanto resistía. Agaché, y mi gastado cuerpo no lo parecía tanto: jab y recto agachado, avance y upper a la boca del estómago, subo y gancho corto a la cara. Su cara volteada me sirvió para descansar el puño luego del recto con toda la distancia necesaria.

Revienta.

Cae.

Me mira, sorprendido.

Yo sonrío, y él sonríe.

Me rompen algo en la parte de atrás de la cabeza. Le veo la cara a mi oponente elegido y él no se ve contento.

Ja, ya no es mi oponente, ni tampoco tu siguiente.

Durante los 2 minutos que restaron de la canción nos dedicamos a cubrirnos las espaldas y reventarle la madre a los divertidos cuerpitos flacos de los amantes del rock.

Al final, abrazados, cantamos el revienta de la canción.

Mi joven y gastado cuerpo fue el furioso duilfo por una noche, y me voy a casa con moretones y paz.

- Tha fuck!? ¿Cómo que te peleaste?

- Je, deberías al otro. No, espera. A los otros. 

La siguiente mañana, decidí volver a entrenar.




miércoles, julio 11, 2012

Yo, II




Me como a mí mismo;
luego, por supuesto, culpa de procesos espiritogástricos:
me vomito.

Aquí está el vómito,

en el fondo.

Cristales rotos me dicen mis pies que piso.
Mis ojos hablan en negro,
y nadie entiende ese color.

No es tan malo aquí,
en el fondo.
Nada mal en verdad.

El negro te deja imaginar lo que sea:

Imaginar por ejemplo
el interior de la botella de mi bella genio.
Que yo ni bella ni genio.
Pero igual,
cojines.

Es cómodo en el abismo,
porque no tienes a donde caer.

(Y no me vengan los apurados
los de las piernas rotas
los de infiernos bogotanos
a desprestigiar mi infierno dorado)

Los vi en la India y me hablaron del infierno de verdad.
Los vi en Sri Lanka y me hablaron del infierno de verdad.

Vi al infierno en un océano que no se movía,
y hasta ese era cómodo.

Va, que todo infierno es cómodo, y por eso nos quedamos ahí.

Ahora, que se joda la comodidad.

Ustedes, los que van cayendo, hagan espacio.

Me pica la espalda (qué incómodo)
que me salen alas.

Allá voy, pues.

martes, julio 10, 2012

Corazón de cristal





Mío es el corazón de cristal
el corazón desmesura,
se rompe a 3 metros del suelo.
Todavía cae en cámara lenta,
y cada cristal es un espejo.

Pero ahora yace apagado,
espejos opacos por la arena,
la araña que se confunde
consigo misma.

Mío sigue siendo tu corazón
de locas aventuras.
Sigues creándo los cuentos
de nuestro final
en una orilla.

Corro, de todas formas.
La taza de café en mano,
la puerta un recuerdo ahora vivo;
¿Quién eres tú?

Mío es el corazón de cristal
corazón desmesura,
pedazos de espejo,
polvo de estrellas,
y el sempiterno olvido del viento. 

jueves, junio 21, 2012

Seguridad



- Los secuestros se definen como el momento infortuito en que alguien, delincuente antisocial o sujeto descrito como problema indefinido para la sociedad te secuestra, y por lo tanto eres privado de la libertad sin consentimiento de permiso - explicaba el oficial. 

Mi atención estaba entre la espada y la pared, o entre el tedio y el celular, en ese infinito momento en el que se quiere decir algo en algún medio social pero no se encuentra el qué, el cómo, o el queso de la tostada; mientras el oficial seguía. 

- Por eso es importante aprender, entre otras astutas cosas, el procedimiento de defensa, que hay muchos, de varios colores, amarillos, y blancos. Blanco, por ejemplo, es cuando andas así - pone cara de bobo - bobo - saca la lengua y hace sonidos de bobo - sentado en tu casa. Señores, no podemos salir a la calle así. No, señores. Tenemos que estar en amarillo, que es cuando estamos pilas - empieza a chasquear con sus dedos, - pilas, pilas. Por ejemplo, ven, José. 

José se levanta y lo apunta con los dedos. 

- Atrácame, José.
- Quieto mamagüevo - dice José. 
- Así de lejos no pueden hacer nada, se tienen que acercar. Cualquier cosa, usen, para acercarse, y una vez cerca... 

Levanto la mirada, pero José ya estaba dominado, en el suelo, y con (imagino) un dolor en el brazo torcido. 

- Así de fácil. Y es más fácil si se tiene una pistola. Por ejemplo, - le susurra a José, audiblemente - ve que ahora yo te voy a atracar... 
- Ajá
- Esto es un atraco. 

El oficial mira fijamente a José, y José fijamente al oficial. Instante siguiente, José dice - no - y un estruendo pinta un abstracto de sesos en la ventana de la sala. Todos estamos en silencio. Yo guardo el celular, los demás lo sacan y empiezan a tomar fotos. Entre los clicks el oficial exclama: 

- ¿Cuántas veces no le dije yo a José? Que no es no, que no es sí, que no hay que decir nada. 
- Bueno, ya no se puede morir más - dice el otro compañero, desde el otro lado de la sala. 
- No. Bueno, no. Llamen a mantenimiento para que vengan a limpiar. 

El oficial se acerca al cadaver, mueve la cabeza con el pie y la despega del suelo. La sangre hace un sonido incómodo. 

- Tsk, esta vaina mancha.- Levanta la cabeza y pide a la audiencia: - Pongan la música. 


jueves, junio 14, 2012

Yo. I


Me llaman esto que dicen que soy la mayoría de las veces que me llaman cuando me llaman.

Aman, quizá, este fantasma que invoco de las memorias que todos han coleccionado de mí. De lo que les he dado.

¿Les he dado?

¿Hasta cuándo les di? ¿Cuánto les he dado?

Esto que soy, si es que soy, es una esfera que refleja toda luz y toda sombra. No ves en mí más de lo que quieres ver, porque la verdad es que no te puedo mostrar más nada.

Dentro está la nuez de toda vida. Encorvada, enrollada, pidiéndome liberación.

Pero no.

No puedo.

No sé cómo.

Tengo terror.

Tengo pánico.

No. No. No. No. No. No. No. No.

Sí.

Y no se rompe el hechizo. Porque incluso estas líneas se dibujan en la superficie de la esfera espejo.

Mírame al mirarte. Mírate al mirarme. Pero jamás podrás verme.

He ahí mi maldición, en la que ya se me acaba todo fuego.

¿Será que alguna vez no fue así?

La pluma, que cae, negra, sobre la noche. Esto era, un ribete una nube. Esto era, lo último que fui era.

¿Me extrañas?

¿Alguna vez me conociste?

Firme aquí, en el espejo, que soy, cuando me llamo en tu espejo que eras y soy que era y ya no.

Ya no.

No.

.

martes, junio 12, 2012

Sábado por la tarde


El sábado por la tarde murió una gata. No puedo decir que era mi gata porque, además de que los animales no entienden muy bien esto de la pertenencia (y menos los gatos), nunca profesó mucho cariño a mi persona.
Murió por envenenamiento, creo. La encontré al final de la mañana respirando pesadamente y quejándose de dolores. La tomé (primera vez en mi vida que la podía tocar) y la revisé. No había sangre, ni herida notable. Ella simplemente se quejaba, respiraba con dificultad. Aspiraba con pesadez y exhalaba en un quejido, como si el aire estuviera hecho de plastilina.
La dejé tranquila y almorcé. Pensé en si habría algo que pudiese hacer: no tengo dinero para un veterinario, y aunque conozca veterinarios que podrían verla de a gratis ¿cómo se envenenó en un principio?

Eso es algo que no quiero pensar, ni elaborar aquí, pero me llevó a la conclusión de que este camino que estaba tomando la gata, en su instinto más puro y animal, era el propio para ella.

Pensé luego si debía ayudarla con una eutanasia. ¿Pero qué si no muere? ¿Qué si el que la termina de matar soy yo creyendo que soy más inteligente que la naturaleza en mi costumbre tan humana? No lo hice.

La cargué de nuevo, y la puse en una mesa, para que ninguno de los otros gatos o perros de la casa la molestaran. No sirvió de mucho. No gustándole estar en la altura - quizá por la enfermedad - saltó y se escondió debajo de la jaula de los pájaros. Ahí quedó quejándose igual.

La dejé tranquila, de nuevo, y me fui a terminar un juego de horror que había comenzado unas semanas atrás.

Volví a las dos horas, creo. La gata estaba acostada de lado. Revisé, no estaba muerta, al menos no en ese segundo. Me miraba, con los ojos fijos, su respiración ya casi no se percibía, ya no se quejaba. Me dijo algo, pero no entiendo ese lenguaje (porque se me olvidó practicarlo) y se escapó por sus ojos.

Dejó de respirar quizá dos o tres segundos después de acercarme. Dos segundos que fueron infinitos en esos ojos abiertos. Abiertísimos.

Cavé una tumba en mi patio. El pedazo de tierra suave donde lo cavé fue tumba de muchos animales, mascotas anteriores, ya olvidadas. Los huesos rotos de viejos animales aparecieron blanquísimos en la arena. Abrí espacio, guardé al nuevo cadaver, y tapé.

Todo está bien, pensé. No sé porqué sentí que eso quería decir todo esto.

No tiene le más mínimo sentido, pero de todas formas sigue siendo cierto:

Una gata murió este sábado.

Nunca nadie le tomó una foto.

martes, mayo 29, 2012

Shine on me again, please

Tengo la idea de que para escribir en este blog, estas cosas que les he venido escribiendo a mis fantasmas desde que esta alma tiene uso de razón, si es que hay tal cosa; tengo que tener un cierto y viejo nivel de paz. Quizá no paz, pero sí una sensación de conexión con algo más grande que yo, una sensación como la que Fiona describe en aquella canción, de sentimientos hinchados y luego derramados en nuevas alturas. Pero no tengo esa sensación. 

La última vez que tuve algo parecido fue en este del que vengo. O en el que aún estoy, no sé bien.

Estábamos en el Sports Deck, que es como una cancha para botar pelotas al mar (porque para jugar futbol no es, definitivamente), y nos lanzamos al suelo a ver estrellas mientras el capitán apagaba las luces del barco para mejorar la vista. Capi, amablemente, se dedicó a señalarnos las constelaciones visibles, pero yo no estaba interesado en aprender el nombre de altair. La sensación de infinito que sentí me arropó desde lo imposible de esa noche. Las estrellas descendían de los dioses, y me lo decían. Estaba en presencia de lo divino, y no podía echar a perder la oportunidad con razonamientos ridículos, que si libra o orión. Me dispuse a lo divino, agarré mi Ipod y busqué la canción de rigor. Shine on you crazy diamond, and baby I shined. 

Me desintegré, me deshice, me desarmé en cada pestañeo del cielo y me expandí infinitamente, me hice negritud con pecas, me derramé sobre el barco, sobre todos, sobre 13 naciones y 270 historias; sobre las olas, sobre las luces perdidas, sobre las sirenas, sobre las ballenas, sobre los mariquísimos delfines: me hice nada, y me hice todo. 

Ahí supe qué era lo que tenía que escribir, cuando me armara de nuevo: escribiría sobre estas cosas que supe de momento, escribiría sobre dios, al que le hice cosquillas; escribiría sobre ti, y sobre mí, y sobre todas las cosas que nos incumben. El numen, escribiría sobre el inmortal numen, el indecible numen que ahora yo iba a decir una vez de nuevo fuera yo. 

Pero no contaba con esto. No contaba con no volver a ser yo. 

Estuve 2 meses en el mar, viviendo entre 13 nacionalidades, y despertando al rumor o rugir del mar según su humor. Un barco con una potencia mística para desarmar a las personas, y agregar una nueva pieza al conciso rompecabezas que uno es. Ahí el problema y el caos: ¿cómo te armas de nuevo, con esta nueva pieza? ¿Cómo le haces para revolverte y decir quién eres de nuevo? 

Ya vendrá, me dije. Ya vendrá. Esto no puede ser como el cuento de Urashima Taroo, yo podré regresar a mi tierra, a mi amor, con cosas nuevas, con nueva vida y energía. Ya vendrá, aún me digo, y no había escrito aquí por tres meses esperando, que el ya sea ya, y al fin venga. 

Pero bueno, no me queda de otra. Aquí me tienen de nuevo con estas piezas en la mano, resbalando y haciendo mucho ruido, sin más remedio que escribir porque mi alma me grita que no me queda de otra. 

Ay, tortuguita, a dónde me has traído. 

Este nacer de nuevo, que yo creía de luces, ha resultado en un feto desparramado en sangre y tripas, desordenado y de especie desconocida, que nadie sabe y todos temen a sabe en qué bestia se convertirá.

Vendrán más historias de barco.

martes, febrero 14, 2012

Desde un mar allá

Dicen que estoy allá.

Lo dicen la física, un boleto de ida y vuelta, y programa internacional, un asunto diplomático y un sueño.

Lo dicen tus lágrimas hoy...

Dicen.

Dicen que estoy allá.

Dicen que no pude hacer nada para este 14. Que pasó por alto. Quizá una llamada, quizá una cosa en algún mail, alguna impersonalidad de tal frialdad...

Dicen.

Dicen que estoy allá.

Lo dice la ausencia, lo mucho que debo estar extrañándote. Lo mucho que me debes estar extrañando de vuelta, lo que me esperas.

Dicen.

Pero qué mentiras dicen.

¿No me ves? ¿Aquí, mientras me lees? ¿No me ves, ahí, a tu lado?

¿No me ves, infinitamente?

Mira tu anillo.

Porque no estoy allá.

Porque aquí es tu corazón, siempre.

Feliz aniversario.


sábado, enero 07, 2012

Todos a bordo

¿Quiénes son todos?

Aún me lo pregunto. A punto de montarme el bus que me llevará a la ciudad de la furia, que me dará techo hasta poder montarme en el avión y llegar al país soñado, para luego montarme en un barco y navegar al mar que me quiere decir algo (y aún no adivino qué).

Me voy a Japón la próxima semana. Más bien el lunes de la semana de arriba. Y me siento aquí frente a este blog para decir esto y otras cosas que al decir lo primero quedan borradas por un flash de imaginación enredada. No sé qué decirles.

Gracias, creo. Gracias, más bien. Estoy seguro de que de alguna manera la estadía y el trabajo de este blog también contribuyeron a llevarme a ese destino. A tenerme en mi sueño apenas a esta corta edad.


No puedo decirles más, porque seguro diré mucho más luego, cuando el mar me lave la boca.


A bordo, pues.