miércoles, julio 30, 2008

Semana de cortos animados II

Le Cafe.






Si antes tomamos tequilita con la pelona, tomemos un cafecito ahora con el materialismo que nos está convirtiendo a todos en tornillos. Bueno, como yo persigo palomas, sigo inmune a convertirme en tornillo (deberían intentarlo, es una terapia deliciosa); sin embargo, de vez en cuando, me tomo mi buen negrito: con tres cucharaditas de azucar.


Las personas que sepan francés entenderán mejor este corto de Emilie Tarascou y Stéphanie Marguerite. Sin embargo, aun sin entender francés, se hace bastante claro.



Y bien ¿Cuantas cucharaditas de azucar desean?

Carlos J. Díaz
"Kaze"

martes, julio 29, 2008

Semana de cortos animados I

La Llorona.






Este es un corto que econtré mientras paseaba por los bares de las muertes. Sí, laS muerteS... porque hay tantas muertes como pares de ojos, aunque todas son parte de la misma empresa. El corto es de René Castillo, y la majetuosa voz es de Eugenia León.

Tómense un traguito con la conversación es que escuché de lejos por estos lares.

“Ven, tómate un trago” Le dijo la pelona, toda esquelética, al shinigami y su buen traje “Vente, Intenso, que la vida es corta y tú y yo lo sabemos. Que yo me bebo este tequila por todos los que me he llevado, y tú deberías tomarte el tuyo. ¿Qué quieres? José Cuervo es una buena opción. Cómo hace olvidar, y me castañea los dientes, Intenso. Vente Intenso, ¿O prefieres otro tipo de tequila? No hay nada mejor que un tequila, no. Ni siquiera tu Sake de arroz le gana al fuego, al rojo vivo de mis huesos después de un traguito. ¡Vente Intenso! ¡Vente! Que un trago no le hace mal a los vivos, menos a los muertos. Hasta ellos, los que nos llevamos, a cuchillazos o a gritos, se toman un traguito por ti y por mí. Se toman un trago para matarnos, matarte y matarme, para matarse y matar lo que llevan dentro. Sí, Intenso, llevan mucho dentro. Piénsalo Intenso, que les hacemos un favorcito. Le sacamos todo lo que tienen dentro, pero todito, y luego son eso, un buen tequila, un buen olvido. ¿Por qué tan serio, Intenso? Que no hay cosa más graciosa que esta: que nos los llevemos a ellos que toman para matarnos, para deshacerse de lo que tienen dentro, y para deshacerse. Se deshacen Intenso, y por eso hay que reírse, porque si lloramos nosotros también, ya somos mucho llorando, Intenso. Por eso Intenso, para que tú también mates todo, y matemos todo chico, y aprendas a reír, chico, que la vida es corta, cortica, como para cargar con carne y duelo en el pecho. Échalo al agua Intenso, échalo al agua, que la noche es larga.”


Carlos J. Díaz
"Kaze"

Semana de cortos animados


Je fais du cinema by *recycledwax on deviantART



Amigos,

Quizá porque lo que el viento se ha llevado en estos últimos días es demasiado como para escribir simples entradas de blog, dedicaré esta semana a algo especial, más sencillo, y menos pariente de los tornados. Y ya que, en un infructuoso afán por comprender en otros lo que no comprendo en mí, buscando obras de todo tipo de arte, he recolectado una muy linda colección de cortos animados; compartiré con ustedes una semana del cine animado aquí en mi blog.

Veamos... no. No se me ocurre nombre. Cualquier cosa como "Cine del viento" puede sonar hasta más cursi que el nombre de este blog. Ni hablar de la genial "Flatulencia animada" que seguramente querrán titular los más ocurrentes lectores.


Entonces. desde ésta semana, desde hoy martes 29/7/08 hasta el próximo martes 5/08/08, todos los días, estaré publicando un corto animado por día, con algun comentario o texto corto, con coherencia o no, con azucar o con sal, sobre el corto o la vida tocando el corto.

Espero que lo disfruten :)

jueves, julio 24, 2008

Testimonio I

En el sur de la nueva Esfiria

No sé cómo fue que pasó en otras partes pero, una vez que se levantó la sábana de arena que nos arropaba, bailamos. No sabemos qué estábamos haciendo antes de que la arena se nos lanzara encima como animal bravo, se nos lanzara. Tampoco te podemos decir qué es lo que pasaba en el mundo desierto que fue todo esto antes, aunque probablemente no pasara nada. Pero sí te digo que era todo esto, desde esta mata vieja como las abuelas, hasta allá lejos donde está el mar. Ahí está el mar. Todo esto y el mar era arena, arena. Y nosotros no hacíamos nada, aunque no nos acordamos.

Ahí estaba la muerte, también, haciendo nada. Hasta que castañeó los dientes y bailó. Cuando la vimos bailar, nosotros también bailamos. Bien vestidos los unos, aquí así como estoy yo los otros. Y la muerte casi se lleva una nube por delante de un cuchillazo, pero ella sabe hacer las cosas. Baila bien, la muerte, que baila bien.
Estábamos todos, todos. Los que estamos ahora.
Empezamos a hacer lo que estamos haciendo, bailando. También seguiremos bailando, bajo la lluvia, y tocaremos música y comeremos y nos acostaremos en el barro, mojados, alegres, por el verde vivo de las hojas nuevas y porque el cielo bajó la intensidad de los colores. Por los nuevos colores, más tranquilos.
Por eso, y por todo pues, vamos a bailar otra vez. Sembraremos y bailaremos, comeremos y bailaremos, pelearemos y bailaremos, sonreiremos y bailaremos, ¡amaremos mucho mucho y bailaremos!, y hasta durmiendo bailaremos, pues. Porque no hay que perder el tiempo, o hay que recuperar el tiempo perdido ¿Y si vuelve a caer la Arena? No, no puede, mientras bailemos no puede. Así que baila, y bailemos. Mientras llueva, y siga lloviendo.
Saca la lengua, amigo, sonríe, que llueve mucho café.

Carlos J. Díaz
“Kaze”


jueves, julio 17, 2008

Capítulo perdido.



En alguno de mis viajes me encontré con una pequeñísima isla. Muy linda ella, con tres molinos rodeando un faro. En realidad era algo desproporcionada, pues estas altas y rechonchas edificaciones podrían acabar hundiendo la isla en cualquier momento, en relación al espacio que ocupaban. Parecía que la isla hubiese sido ideada para darle suelo a esos molinos y faro.


Al desembarcar no me encontré ni con pescadores ni con viajeros, ni siquiera los perennes parroquianos perfumados de ron que se pasean siempre por alguna isla poblada. Lo que pasa es que esta isla, aparentemente, no estaba poblada. Salvo por un gato que, curiosamente, estaba muy bien cuidado -¿Por quién? no importa-; y también habitaba la isla un par de botellas, posiblemente de leche, estimablemente vaciadas por el gato, que contenían en su interior un par de rollos de papel. Al desenrollarlos pude notar que eran algún mensaje para un dios arcano, o un ser especial. ¿Habrá sido el dueño del gato?


Esto es lo que ponían aquellas cartas:


I
¿ Quién es él?

No sabes si viene o si vá... en realidad nunca sabes si está... pero cuando logras atraparlo, comienzas a descubrir un mundo de desordenes incalculables dentro de él, que se asemeja a una flor que no logró encontrar su verdadero color. ¿Quién es?, no lo sé, ¿A dónde va?, donde lo lleve su mar de palabras, ¿cómo lo reconoces?, Bien... sus vestiduras son como un río de imágenes, que se desbordan en medio de un torrente; su calzado: La paz que transmite con solo mirarte; Su yelmo: su lengua, con la cual te envuelve y te sumerge; su mejor arma: una pluma de colores, que siempre está en constante movimiento y no deja de sorprenderte, porque cuando toca el lienzo, puede crear la más bella obra de arte. Obra que... al verla...encuentras en ella, la más inimaginable hermosura, de un hombre que se desnuda para tocarte con cada palabra, y llevarte a ese lugar... ¡Sí! ese lugar que solo tú y el conocen, y que van descubriendo al abismarse en un precipicio de pasiones y puertas ocultas.

¡Sí! definitivamente ese, ese, es él...

II
(Fragmento ilegible, probablemente a quien va dirigida la misiva; dice algo como Traze, Faze, Taze o Yare)


Lo descubrí... Lo vi… Nadie más lo había notado; pero yo, me dispuse saber más de ¡él! El viento…. Ese que te acaricia en medio de la nada, ese que con tan solo rozarte te lleva a los lugares más recónditos de la tierra, y que te descubre en un segundo con tan solo envolverte en su mágica belleza. Te somete, sin querer; te contagia, sin hablar; te cautiva, sin mirar y llega a endulzar todo tu ser, como esa dulce miel que cayó del panal y no encontró lugar. Él mismo, creó una fisura en mi vida, entre el antes y el después, para llevarme a encontrar ese baúl escondido, en medio de mi ser, que me recuerda que soy de oro, y lo que hay en él. No hay palabras para describir tan majestuosa experiencia… la de volverte encontrar, después de haberte perdido, en un mundo sin sentido, caminando y distraída, de mi verdadero camino; para luego contemplar el imponente despegar de esa bella alevilla, que abrió sus alas, para seguir su destino y contagiar los corazones partidos, de millones en su recorrido.

Una vez más... Gracias por ser tú.

Tenía más ganas de un desayuno que de alzar una investigación acerca de la procedencia de estas cartas, y la verdad es que las gaviotas me decían insistentemente que tenía la razón en mis ganas. A veces la procedencia de las cosas no importa tanto como su función. Sin embargo, mientras, sentado en el bar, comía huevos revueltos con un café mal colado pero muy bueno y un gato observándome comer, mis cavilaciones se mantuvieron con la carta. ¿A quién va dirigida? ¿Aquella persona, la habrá leído? Y si así lo hizo, ¿A dónde fue? ¿Sería el único habitante de esta isla? ¿Será el dueño del gato? ¿Me podré quedar con el gato? ¿Habrá un poco de sal por aquí? ¿Qué le habrá respondido?


¿Qué le habría respondido?


Dios arcano o mundana persona, aparentemente lo que era seguro es que era el viento. Y si algo he visto en mis viajes es al viento jugando en espirales, llevando y trayendo cosas, empujando y halando vidas. Mas hace un buen tiempo que no consigo un tiempo que esté vivo, ustedes saben, realmente vivo. No ese viento de entre edificios y metrópolis, que lleva consigo un perfume de buitre y concreto, de sol y acera. No, sino el viento que canta una historia, un Fush entre los árboles, un Whishs entre las rocas, un Dwilf entre las nubes. Así, un sonido de viento vivo. Seguramente estas cartas estuvieron dirigidas al último viento vivo, o revivió el último viento muerto. Lo cierto es que me imagino una respuesta:

Quieres entrar a un mundo que no tiene llaves. Que no tiene puertas. Que no tienen orígenes ni finales. Quieres, pequeña, entrar a un mundo que no tiene sentido, que no tiene tu sentido, que atenta contra todo lo correcto en esos los engranajes en donde viven tú y tus congéneres. Quieres entrar, aunque eso te desnude de toda armadura, escudo, lanza y yelmo; y aún así, quieres entrar. Quizá pertenezcas a este mundo perdido. Quizá no. Quizá estuviste de viaje, en algún sueño de infancia, donde aún no existía una razón para pensar o defender algo, donde aún no existían creencia; y se te quedó algo. ¿Vienes a buscar ese algo? ¿Quieres encontrar ese algo y quieres que te abra la puerta? Oh amiga, si yo supiera abrir la puerta la abriría para ti. Pero es que Esfiria no tiene puertas, no tiene leyes, no tiene nariz que alzar para arriba: no tiene razones de ser. Y nada de esto está mal, querida, nada de esto está mal. Así es Esfiria, mi Esfiria, la de todos mis muertos.
Lo que sí es cierto, amiga, es que he querido moverme. Sí, amiga, he querido mover mis viejas alas, mi viejo telar. He querido ser de nuevo un pájaro negro, y mucho tiene que ver tu carta. De existir una puerta, le has roto un tablón. Le has hecho un agujerito. Y gracias a eso, he de moverme, de este mundo que no es ni el uno ni el otro; de este montículo de arena, de polvo de estrellas, que cubre lo que alguna vez fue la isla de los molinos; he de moverme de este cementerio, he de buscar la lucecita de la puerta rota. Y mientras me muevo, ahí te dejo las migajas.

Por alguna razón esta carta imaginada y supuesta llegó a mis manos transportada por un soplo de viento. Sí, un curioso y pobre soplo de viento vivo, que puso a cantar los molinos una vieja canción de caballero andante o de puerta abierta. Yo, sentado, junto a un gato, observando la melodiosa orilla de la playa, dejé volar la carta.


Carlos J. Díaz

Kaze

lunes, julio 07, 2008

Juego de Niños




Hace un tiempo ví una película que se llama "Jeux d' enfants". Fue una película que me tocó, como gota de licor añejo sobre corazón solitario, y dejó su recuerdo ahí grabado.

No haré un comentario serio acerca de esta película, invito a otros seres más adecuados a hacer eso. En sustitución, dejaré en este post el poema que, un mes después de ver la película, se derramó en el papel.

Juego de niños

Juguemos al escondite.
¡No seas tramposa! Tú te la quedas
Esta vez tú te la quedas
Te toca
Y por eso te toco

Juguemos al escondite
Debes entonces contar hasta 10
5 tuyas y 5 mías
Las prendas de ropa
Que van quedando en el suelo

Juguemos al escondite
Entre bosques imaginarios
Bañados en ríos escondidos
Que nos revelan por siempre
Los secretos que guardamos

Juguemos al escondite
Que me escondo entre tus piernas
Entre los rasguños
Y gemidos
Los gritos del asombro.


Juguemos así por siempre
Por los 1, 2, 3 de los encontrados
Por los matorrales sagrados
Por las sabanas
Por ti,
Por mí.

Juguemos al escondite,
Libertad por todos.

Carlos J. Díaz
"Kaze"





miércoles, julio 02, 2008

Luciérnagas




Mientras libaba – dícese del acto de beber – solo, tal cual Li Po con la luna, me dispuse a leer unos cuantos haikus. Luego de un rato de pasearme entre los momentos que tales poemas te presentan en su comprimida forma me dispuse a reflexionar un poco acerca de ellos.


Para aquellos que no lo sepan aún, un haiku es un poema, o estructura de poema, que proviene de la lejana tierra del sol naciente, y que consta de tres versos compuestos de 5, 7 y 5 sílabas, respectivamente. Esta estructura hace que la rima sea un dolor de partes poco agradables de nombrar, por lo tanto, hasta el sol de hoy, no he visto nunca un haiku con rima. Sin embargo, es ésta misma estructura la que los hace muy melodiosos. Leer un haiku es tocar una cuerda del Koto. Con todo esto, mientras seguía leyendo, notaba algo interesante a pesar de tener muy mal sabor: muchas veces un haiku traducido al español sonaba como tres oraciones puestas, una detrás de la otra, respetando una relación semántica: no tenían verdadera esencia. En la mayoría de los casos, esto sucedía con traducciones que, por razones lógicas que contemplan la dificultad de relación entre los dos idiomas, no respetaban la métrica tan estricta del haiku. No eran estos ni remotamente parecidos a los haikus traducidos por Octavio Paz, quién trato siempre de cuidar la métrica; los escritos por el mismo Benedetti, quién al no necesitar traducción no tuvo ningún problema; o los leídos en el idioma original, que a pesar de no entenderse… amigos, la melodía de un buen poema habla sola.
Bashô, uno de los máximos exponentes de este género, dijo alguna vez que “un haiku es simplemente lo que está sucediendo en este lugar, en este momento”. Con esas palabras pude vislumbrar un poco las razones del dilema planteado. Un haiku tiene algo de mágico. Es, sin duda alguna, sin alusión a metáfora, un momento congelado en palabras. Cada vez que lees un haiku, destapas el momento que, si tienes suficiente sensibilidad y percepción, te dará la oportunidad de la contemplación verdadera. Algo muy relacionado a la meditación y el budismo, si uno lo piensa un poco.
Después de eso se me hizo claro: lo que le pasa a esos haikus que pierden su esencia es que, al traducirlos, el momento que la magia de las palabras ha contenido en la inmortalidad se ha escapado al deformar su contenedor. Al final de cuentas, un haiku es un momento como una luciérnaga inmortal, que ha sido atrapada en una botella, inmaculada e inquebrantable, de palabras.
Aquí anexo algunos intentos garrapateados (Palabra copyright de Cesar Chirinos) de haikus que he sentido.



1

Tumba del viento.
Cuando este se muera,
Un árbol será.




2

Fotografía
Tumbada entre sábanas


Ella sonríe.



3

Las papas verdes
Yo ni sé si son papas
Ni si son verdes




4

Diosa del cielo
Entre jazmín y bosques
Nut Nuit siempre es.


5
La Anaranta
Camina por las selvas
Y besa el árbol.




6

Espesa pena
Embarra mi corazón
Que no respira.




7

Todos tímidos
Ahí se quedan los sueños
Viendo la vida pasar



Carlos J. Díaz
"kaze"