martes, mayo 29, 2012

Shine on me again, please

Tengo la idea de que para escribir en este blog, estas cosas que les he venido escribiendo a mis fantasmas desde que esta alma tiene uso de razón, si es que hay tal cosa; tengo que tener un cierto y viejo nivel de paz. Quizá no paz, pero sí una sensación de conexión con algo más grande que yo, una sensación como la que Fiona describe en aquella canción, de sentimientos hinchados y luego derramados en nuevas alturas. Pero no tengo esa sensación. 

La última vez que tuve algo parecido fue en este del que vengo. O en el que aún estoy, no sé bien.

Estábamos en el Sports Deck, que es como una cancha para botar pelotas al mar (porque para jugar futbol no es, definitivamente), y nos lanzamos al suelo a ver estrellas mientras el capitán apagaba las luces del barco para mejorar la vista. Capi, amablemente, se dedicó a señalarnos las constelaciones visibles, pero yo no estaba interesado en aprender el nombre de altair. La sensación de infinito que sentí me arropó desde lo imposible de esa noche. Las estrellas descendían de los dioses, y me lo decían. Estaba en presencia de lo divino, y no podía echar a perder la oportunidad con razonamientos ridículos, que si libra o orión. Me dispuse a lo divino, agarré mi Ipod y busqué la canción de rigor. Shine on you crazy diamond, and baby I shined. 

Me desintegré, me deshice, me desarmé en cada pestañeo del cielo y me expandí infinitamente, me hice negritud con pecas, me derramé sobre el barco, sobre todos, sobre 13 naciones y 270 historias; sobre las olas, sobre las luces perdidas, sobre las sirenas, sobre las ballenas, sobre los mariquísimos delfines: me hice nada, y me hice todo. 

Ahí supe qué era lo que tenía que escribir, cuando me armara de nuevo: escribiría sobre estas cosas que supe de momento, escribiría sobre dios, al que le hice cosquillas; escribiría sobre ti, y sobre mí, y sobre todas las cosas que nos incumben. El numen, escribiría sobre el inmortal numen, el indecible numen que ahora yo iba a decir una vez de nuevo fuera yo. 

Pero no contaba con esto. No contaba con no volver a ser yo. 

Estuve 2 meses en el mar, viviendo entre 13 nacionalidades, y despertando al rumor o rugir del mar según su humor. Un barco con una potencia mística para desarmar a las personas, y agregar una nueva pieza al conciso rompecabezas que uno es. Ahí el problema y el caos: ¿cómo te armas de nuevo, con esta nueva pieza? ¿Cómo le haces para revolverte y decir quién eres de nuevo? 

Ya vendrá, me dije. Ya vendrá. Esto no puede ser como el cuento de Urashima Taroo, yo podré regresar a mi tierra, a mi amor, con cosas nuevas, con nueva vida y energía. Ya vendrá, aún me digo, y no había escrito aquí por tres meses esperando, que el ya sea ya, y al fin venga. 

Pero bueno, no me queda de otra. Aquí me tienen de nuevo con estas piezas en la mano, resbalando y haciendo mucho ruido, sin más remedio que escribir porque mi alma me grita que no me queda de otra. 

Ay, tortuguita, a dónde me has traído. 

Este nacer de nuevo, que yo creía de luces, ha resultado en un feto desparramado en sangre y tripas, desordenado y de especie desconocida, que nadie sabe y todos temen a sabe en qué bestia se convertirá.

Vendrán más historias de barco.

1 comentario:

  1. Los nacimientos tienden a ser mucho mas violentos y grotescos de lo que nos gusta imaginarlos, y a esos cuerpos semiformados cubiertos en sangre y que otros fluidos les duele hasta la luz en los ojos. Pero crecen y se levantan y miran y caminan.

    Shine on.

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