lunes, septiembre 03, 2012

Notas sobre Esfiria 6: El mar.

Nadie sabe mucho, a ciencia cierta, sobre los mares de Esfiria. Son de agua, sí. Tienen olas, sí. Y también tiene de vez en cuando un humor de perros que no puede calmar ni la voz más dulce de ninguna sirena. Ni siquiera los que deberían como fungir como embajadores de las profundidades saben decir mucho, aún cuando son ellos los únicos que han estado bajo las aguas. 

Verán. Los mares de Esfiria se extienden de forma irregular, y no son descriptibles por ningún mapa: cambian de forma a gusto, tanto como cambian de furia o pasión. Temiendo a tanto cambio, la gente de Esfiria nunca se ha aventurado a las profundidades de las aguas, apenas a sus superficies, en barcos de madera, desde donde con suma valentía, dicen, hacen formas en el agua con un palo, tratando de que el agua, amablemente, les responda. 

Nunca responde.

O eso dice la gente de mar, la gente que nace de las olas pero, una vez llega a tierra, no recuerda que vio en el fondo. Son estos los que se atreven a agarrar barcos y surcar su origen natal. 

- Hay tanto secreto en el mar - confiesa el viejo marino - que un día escupió con toda gana un monstruo plateado. Llevaba palabras, promesas y preguntas de toda clase en el lomo. Era como un grito, un grito desesperado, que voló con alas de plata más allá de la montaña en donde siempre es de noche. Allá, en la tierra tenue, en donde durmió una vez el Duilfo, habrá aterrizado, pero sabrán los dioses si habría alguien que entendiera el grito. Habrá sido algún desespero del mar, que guarda tanto bajo su piel...