lunes, julio 30, 2012

Notas de Esfiria 5: Los carros abandonados.

Hay por toda Esfiria un montón de carros abandonados, que nadie supo nunca manejar. A veces, cuando se amontonan, parece un gran cementerio de seres metálicos que nadie, a ciencia cierta, sabe qué son.

Se sabe que son carros porque alguien alguna vez contó la voz. Desde entonces todos saben cómo se llaman, pero nada más.

Ni la curiosidad infinita de la gente gato ha podido revelar los misterios de estos cadáveres. 

domingo, julio 29, 2012

Hermandad



En el chat grupal, en mi celular, en mi mano que recién despierta.

- Minnaaaaaaa (Todos), ¿Vamos a cenar por ahí?
-¡Vamos pues!
-¡Dale! ¿Te busco?
-¿A qué hora?
-¿7:30?
-¡Dale! ¡Yo te espero!
- Enkaaai, ¿Puedes pasar por mí?
- Oka, estoy más cerca de lo que te imaginas. Dale, también buscaré al Sensei.
-Oshwaldo...
- ¿Pero vendrías ya, ya?
- Después que busque a Taichou (capitán)
- Bueno, yo estoy en el aeropuerto. Te espero. xD
- Jajajajaja. Sapo. ¿No estás en tu casa entonces? ¿Busco a Luci primero?
- Sorry, te estaba troleando. Me voy a Caracas y regreso el martes.
- Jajajajajaja, gafo.
- LOL
- Luci, voy a tu casa.
- Dale, me cambio rápido.
- Oka.
- Buen provecho, ladies.
- Buen viaje.
- ¡Epa! ¿Pa dónde?
- Luci, estoy afuera. ¡BANZAAAAAAAIII!
- ¿Puedes Steph?
- Ehm, los voy leyendo. ¿Ya están todos?
- Solo Luci, Sensei y yo. Ya estamos en Banzai.
- No tranquilo, me quedaré en mi casita.
- :(

Apenas aquí comienzo a leer, y respondo.

- Me acabo de despertar. ¿Me lanzo?
- Dale, estamos apenas esperando la comida.
- Sabes qué, no. Sí voy, pero llego como en 15. ¿Qué hay en el menú a ver si acelero?
- Apenas pedimos, jajaja. Hay puesto para 2.
- Pídanme una miso, eso es lo único que quiero.
- Oka.
- ¡A mí también!

Y, caminando, llegué a donde mi familia me invitaba a comer. 

viernes, julio 27, 2012

Notas de Esfiria IV: Ancianos

Hay, como es de esperarse, muy pocos ancianos en las tierras de Esfiria, y pocos tienen la suerte de conocer a los pocos que hay. Todo esto porque, pues, para llegar a ser anciano es necesario vivir demasiado. No muchos años, no. No muchas noches, tampoco. Simplemente hay que vivir demasiado. 

Se puede vivir demasiado en apenas dos días. 

Se puede vivir muy poco en 30 años. 

Y la vejez llega con una suerte de iluminación particular. 

Se cuenta que hay un anciano en los desiertos, vagando (porque esto hacen los ancianos), y divirtiéndose con los viajeros que encuentra a su paso. Si ve a alguno, cuentan, le pedirá permiso para ver su espada. La tomará entonces entre sus manos y la detallará lentamente. Sonreirá y dirá "Ya veo. Tú también crees eso". Y sin decir más seguirá su camino. 

Los ancianos no tienen espada, o la tienen en todo el cuerpo. La verdad de los ancianos ya no es una, sino una integridad con todo lo que ellos son. 

Por lo mismo, nadie intenta debatir con los ancianos. Aún se cuenta de tontos que perdieron su espada contra el mísero dedo del viejo al que atacaron; y es que es eso: la piel de los ancianos guarda toda su historia, y por lo tanto ha sido forjada con el más fuerte mazo. 

jueves, julio 26, 2012

Notas de Esfiria III: El sur




Off Road by `gilad on deviantART

 El sur del sur, y un poco más allá, es un lugar de misterios. El desconocimiento ha hecho que sobre tal se cuenten toda clase de pesadillas, y ni hablar de los sureños. Mientras más al sur, más largas las noches, mientras más largas las noches, más extrañas las ocurrencias. Los cronistas más imparciales están de acuerdo en que los sureños, cuando poco, y a razón de tanta oscuridad, sufren de casos diversos de demencia. 

Poco se sabe de ellos, y de su hábitat. Poco salen, y cuando salen, jamás vuelven ni cuentan lo que vivieron. 

Sin embargo, puede pasarte que, si te paseas por las tierras cercanas al sur, en donde ya la noche empieza a ser larga, te encuentres con sureños paseando. Harapos diversos y colores oscuros los caracterizan. Si tienes suerte puedes preguntarles y te dirán lo que dicen a todos: El sur es el sur, y solo yendo se aprende. Te señalarán a donde ir y te dirán que cuando llegues a la gran laguna, esperes al barquero. Insistirán en que vayas, que será divertido, echarán risotadas groseras y beberán. 

Se recomienda al viajero que, si se ve en esta situación con un sureño, nunca le pida compañía, pues a los sureños les encanta entablar amistad, luego de un debate a espada limpia. 

Es peligroso, dada la oscuridad que es su terreno, pelear con un sureño. 

miércoles, julio 25, 2012

Notas de Esfiria II: Las espadas.



En Esfiria, no tener una espada es no tener voz, opinión, verdad personal. Apenas se forma en la cabeza del niño una manera individual de ver el mundo, en su mano se va formando el mango y el filo, como de la nada, parece, pero de la misma sangre, se sabe. Durante el crecimiento, la adolesencia es agarrar un martillo y golpear la espada, en el calor de las pasiones, para darle más forma, más filo, y más individualidad. 

Varían las espadas según el habitante y la zona que habita: la gente de fuego tiene espadas de formas muy variadas, pero desordenadas y de filos serruchados; la gente de agua son de espada fina, semi translúcida, sinuosas y mentirosas: son la gente de los secretos; la gente de aire tiene espadas oscuras o transparentes, a veces invisibles, a veces ajenas, a veces muy elaboradas producto de tanto libro y conversación; la gente de tierra tiene espadas toscas y duras, pero sencillas y de difiícil discusión: un martillo puede ser una verdad de alguien en este pueblo. 

Además de esto, la posición en el norte y el sur afectan mucho. Mientras más cerca del norte, y por lo tanto, más cerca de la luz, las espadas son más parecidas unas a otras. Todos saben que la gente del norte tiende a convencer y promover la homogeneidad entre las verdades. En cambio en el sur, donde siempre es de noche, las espadas varían mucho: la individualidad es aplaudida. 

De la forma de usar la espada, si es que se usa, hay tanto reportado como guerrero, o debatiente, ha existido. Todos recuerdan épicas como la primera entrada de la gente de mar contra los habitantes de la montaña. En tal choque, se encontraron un hijo del aire y otro de la tierra. Sus espadas temblaban de ganas de destajar, pero no responderían a nada sino a las palabras de sus dueños, por supuesto. Se cuenta que el hijo del aire, como todos los tales, desarrolló una serie de movimientos estranbóticos y elaborados, argumentos exagerados y enrevesados del porqué el hijo de la tierra debía dejarlo pasar. Este no se impresionó, como era de esperarse. Su espada, un garrote sencillo y de gran tamaño, se llenó de su voz: "No entiendo lo que dices, y no me importa. No te dejaré pasar, porque no quiero". Con eso, reventó en la cabeza del aún en movimiento hijo del aire, el cual no alcanzó a siquiera rasguñar al tosco garrote. 

En cuanto a los pueblos y sus espadas comunales, cuando van a guerra y tienen una razón por la que ir, la forjan entre todos, y todos dan un martillazo. Ha pasado que no todos aportan el golpe, que no todos están de acuerdo con esa razón o espada forjada, pero de estos siempre se ha sabido que sale al menos algún traidor, por lo que la atención y a veces el desperecio cae sobre ellos mucho antes de encontrar prueba alguna. 



Notas de Esfiria I

Detrás de los caminos enredados, lejos de los desiertos, hay un sendero olvidado que acorta las distancias. El sendero es de arena roja, y el follaje suele florear violeta por esta época de poca luz. El sol rara vez muestra la alargada cara por estos lados de la esfera que es Esfiria. Se podría decir que esta zona pertenece a lo que se conoce como Tierra Tenue, en donde los duilfos alguna vez poblaron las largas planicies. 

El sendero rojo, sin nombre hasta ahora, lleva a una montaña que tiene una propiedad muy particular. Nadie sabe qué hay en la montaña, ni si la habitan gentes. Todo lo que viene de esa montaña es rumor, porque para nadie que la haya subido o atravesado ha sido una misma experiencia. Varía de persona en persona, de animal en animal, dicen. Lo que sí es común en todos los cuentos de esta montaña es que siempre que te acerques a ella, se hará de noche. Una noche larga y espesa, que durará lo que dure tu estadía en el sitio. 

Algunos dicen que a habitan gentes del fuego, oscuros, o animales desconocidos. 

Otros dicen que la habitan sueños. 

Hay gente que ha dicho haber sentido puertas y manijas en la montaña, pero nadie ha contado qué existe detrás de tales. 

Lo cierto es que subir la montaña es noche segura. Noche espesa, que hará que tus manos y pies sean tus ojos. 

La cima de esta montaña, dicen, es hermosa. Una pequeña planicie no más grande que una habitación pequeña, que permite ver el mar del este (el dicho mar de los vientos, donde las sirenas cantan, los barcos hablan y la gente de mar hace vida). Del otro lado, del lado del sendero rojo, una vez transitado, solo se verá la oscuridad de la noche. Un viejo decía haber cruzado la montaña, y asegura que esa noche guarda todo lo pasado. 

- No querrás volver ahí - dice - siempre es un tormento. Nada de lo que ves está ahí. ¿Quién puede decir a ciencia cierta que ve algo en medio de la noche más espesa? 

Nadie, por supuesto. Nadie. 

El último rumor que se escuchó en esa montaña, dicen, fue esta canción. 

sábado, julio 21, 2012

Brawl

Mi joven pero gastado cuerpo...

Aún recuerda todo, a pesar de la cantidad de basura que lo compone. Somos lo que comemos dicen, entonces mi pobre cuerpo no es ahora más que aceite saturado.

Saturado, mi joven, pero gastado cuerpo, que aún recuerda.



Tampoco fue como lo cuentan, pues. No es que entré al concierto de Candy 66 y ya, era quien yo era. Fue más bien un proceso de adaptación o limpieza de organismo. Las baterías y los bajos, los beats y los gritos, las llamadas de la olla.

Me hice el pacífico. El muchacho de 27 años que ya pasó por estas tonterías. Mi joven pero gastado cuerpo, gordo y maltratado, cerraba los puños cerca de la olla mientras veía la alegre fiesta de golpes y patadas.

Hombres grandes, de músculos entrenados y humores exacerbados por la música estridente rodaban en la olla de violencia consentida, pero mi joven y gastado cuerpo.

- ¿Por qué no te metes? - Me decían.

- Nah, ya yo hice esas cosas. Si me meto ahí me matan, con esta condición... - señalo mi barriga, pero mi otra mano se empuñaba sola.

Bastó un empujón.

Para mi joven pero llevado cuerpo, un solo empujón bastó.

Fiesta de golpes.

No recordaba haber sonreído tanto.

Cuerpos bailaban, brazos rodaban circulares, movimientos pendulares, ganchos como hoces, patadas desordenadas. Entré al fuego, y mi gastado cuerpo no lo pareció tanto.

Lo recordé todo: bajar la cabeza, esconder el mentón entre el hombro y el puño preparado para los rectos, las piernas ligeramente separadas y la de apoyo con el talón un poco levantado para el efecto resorte, cadera lista para los giros violentos.

Tardé en elegir a uno. Golpes venían de todas partes por lo que mi cuerpo se dedicó a lo que sabe hacer mejor, esquivar, elegir golpes para recibir, embestir y alejar amenazas. Recordaba bien.

Entonces apareció. Un hombre grande, franela de grupo que no conocía, pelo largo y barba. Me señaló, y mis puños sonrieron: por un momento él no era él, sino tu siguiente.

Revienta.

Sus movimientos desordenados lograron acertar incontables golpes en la furia del rock, pero no fueron golpes que mi cuerpo no eligiera. Mi abdomen, cubierto de grasas, resistió bien. Las piernas, entrenadas por 5 años, resistieron bien. Mi cara no eligió golpe alguno, y no se llevó ninguno. Esperé al puño más desordenado que viera. Un gancho, por supuesto. Desordenado y muy anticipado. Le ofrecí el rostro, y hasta estuve tentado a dejarme golpear solo por ver qué tanto resistía. Agaché, y mi gastado cuerpo no lo parecía tanto: jab y recto agachado, avance y upper a la boca del estómago, subo y gancho corto a la cara. Su cara volteada me sirvió para descansar el puño luego del recto con toda la distancia necesaria.

Revienta.

Cae.

Me mira, sorprendido.

Yo sonrío, y él sonríe.

Me rompen algo en la parte de atrás de la cabeza. Le veo la cara a mi oponente elegido y él no se ve contento.

Ja, ya no es mi oponente, ni tampoco tu siguiente.

Durante los 2 minutos que restaron de la canción nos dedicamos a cubrirnos las espaldas y reventarle la madre a los divertidos cuerpitos flacos de los amantes del rock.

Al final, abrazados, cantamos el revienta de la canción.

Mi joven y gastado cuerpo fue el furioso duilfo por una noche, y me voy a casa con moretones y paz.

- Tha fuck!? ¿Cómo que te peleaste?

- Je, deberías al otro. No, espera. A los otros. 

La siguiente mañana, decidí volver a entrenar.




miércoles, julio 11, 2012

Yo, II




Me como a mí mismo;
luego, por supuesto, culpa de procesos espiritogástricos:
me vomito.

Aquí está el vómito,

en el fondo.

Cristales rotos me dicen mis pies que piso.
Mis ojos hablan en negro,
y nadie entiende ese color.

No es tan malo aquí,
en el fondo.
Nada mal en verdad.

El negro te deja imaginar lo que sea:

Imaginar por ejemplo
el interior de la botella de mi bella genio.
Que yo ni bella ni genio.
Pero igual,
cojines.

Es cómodo en el abismo,
porque no tienes a donde caer.

(Y no me vengan los apurados
los de las piernas rotas
los de infiernos bogotanos
a desprestigiar mi infierno dorado)

Los vi en la India y me hablaron del infierno de verdad.
Los vi en Sri Lanka y me hablaron del infierno de verdad.

Vi al infierno en un océano que no se movía,
y hasta ese era cómodo.

Va, que todo infierno es cómodo, y por eso nos quedamos ahí.

Ahora, que se joda la comodidad.

Ustedes, los que van cayendo, hagan espacio.

Me pica la espalda (qué incómodo)
que me salen alas.

Allá voy, pues.

martes, julio 10, 2012

Corazón de cristal





Mío es el corazón de cristal
el corazón desmesura,
se rompe a 3 metros del suelo.
Todavía cae en cámara lenta,
y cada cristal es un espejo.

Pero ahora yace apagado,
espejos opacos por la arena,
la araña que se confunde
consigo misma.

Mío sigue siendo tu corazón
de locas aventuras.
Sigues creándo los cuentos
de nuestro final
en una orilla.

Corro, de todas formas.
La taza de café en mano,
la puerta un recuerdo ahora vivo;
¿Quién eres tú?

Mío es el corazón de cristal
corazón desmesura,
pedazos de espejo,
polvo de estrellas,
y el sempiterno olvido del viento.