lunes, mayo 21, 2007

De cómo la luna renunció a su cargo


De cómo la luna renunció a su cargo

La luna se había cansado de estar bajando, cada noche de luna nueva, a ver a Endimión dormir. De hecho, la razón por la que comenzó a bajar ya no tenía sentido, porque ya no se renovaba a sí misma al ver a este durmiente que no le dice más que un silencio que ella no comprende.

Una de esas noches de bajada, pensó en huir de su destino. Ya en la cueva del durmiente, miró al cielo, a sus propios silencios estelares, y se puso de puntillas para alcanzar al carro que la llevaba, todas las noches, a viajar por ese mar de puntitos blancos. – No, mejor no. Ya no quiero estar allá arriba tampoco- Y pisó bien la tierra. Miró su ser y se deshizo de su brillo. Miró a Endimión y le lanzó un beso desde la entrada de la cueva. Miró al horizonte y sonrió. Emprendió entonces la que fue la luna un camino muy humano, dejando su trono en los cielos para que cualquier otra ocupara su cargo.

Cuando ya a lo lejos la luna manchaba con barro sus pies descalzos, en la cueva que había sido su hogar una vez por mes, un ser mítico abre los ojos.
Carlos Viento


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