jueves, octubre 30, 2008

Sí, Roberto, va a salir en internet.


Roberto es el hijo de un pescador. Algunas mañanas salen a las cinco, cuando las estrellas ya se están arropando, para ver qué consiguen. Me asegura, ante mi incredulidad, que el lago sigue atestado de peces. "No serán muy sanos" me dice "Pero aja, profe, a veces no hay qué comer"
Su lanchita es de madera. No tiene nombre. Sólo una red vieja que, muchas veces, él mismo ayuda a arreglar. Si no se arregla los peces no se quedan ahí, y se van. Quedan atrapados entonces en la red verde, que es la lemna. "Pero si hace rato que no veo lemna, Roberto, y mucho menos peces muertos en la superficie del lago" le dije, y le reafirmé que era por eso que creía que el lago no tenía peces, que se murieron en la última ola de contaminación. "¡Ah broma profe! Si no hubieran peces ¿Qué comeríamos? Además, a veces, como nos cansamos del pesca'o, hacemos trueques en el abasto" me replica "y bueno, profe, cambiamos dos pesca'os por un fresco"

Me contó que, cuando mucho, agarraban treinta peces en una buena pesca. Esto, en la economía de Playa Macuto (barrio en donde vive Roberto) son quince cocacolas.

Una buena mañana son quince cocacolas.

Recordé, con cariño, a Julio Ramón Ribeyro. Pincha aquí para leerlo.

Roberto no va a la escuela. Alguna excusa con los padres que no pueden, la falta de interés y la desmotivación. A todas estas, Roberto, tendría que estar estudiando con chicos mucho menores que él, y eso no lo entusiasma mucho. Por eso Roberto va a la biblioteca, y me pide que le muestre el mundo.

Las páginas se abrieron entre sus dedos durante todo Agosto y Septiembre. Aún lo veo por ahí.

"¿Esa foto va a salir en interné, profe?" Me preguntó cuando se la tomaba.
"Sí, Roberto" Le dije el pasado Agosto, "Va a salir en internet".

Carlos J. Díaz
Kaze


* Tomado de mis notas en Facebook.

lunes, octubre 27, 2008

La luna en el agua 03


Entre gitanos


Para mi trabajo de tesis me serví de un manojo de cartas tarot. Sí, las mismas que los adivinos, o las páginas web automatizadas, usan para poder predecirte si tu novio te dejará o no, si tu esposa tiene otro, o si ganarás la lotería y con cuál billete. Claro, yo no usé las cartas para predecir el futuro de mi trabajo, como muchos podrán pensar; sino que me valí de ellas para poder interpretar poemas, ya que, si el tarot puede interpretar gente, ¿por qué no poesía?

Para no irme por los caminos más complicados, ya que estaba comenzando con esa investigación (Todavía hoy la continuo, sólo que con otros textos), elegí un poeta cuyas imágenes estuvieran relacionadas culturalmente con el imaginario del tarot. Nada más y nada menos que a Lorca. Éste fue el poema con el que más me agradó trabajar: “Romance de la luna, luna” del romancero gitano.

La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.

En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.

Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.

Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.

Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

Cómo canta la zumaya,
¡ay, cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.

Federico García Lorca

Hay muchas cartas aquí, pero mencionaré sólo a nuestra protagonista: La luna. Nuestra damita plateada tiene, como ya dije en otra entrada, el puesto número XVIII entre los conocidos Arcanos Mayores, que en el tarot representan los grandes misterios. Mas la luna, entre todas las cartas del tarot, se corona reina de los misterios: es el reino de lo oscuro y de lo secreto, donde van a parar todas las cosas en las que no queremos pensar o aceptar. Es el reino de la sombra de las que nos hablaba Jung.

En el poema la luna es la danzarina diosa que baja a llevarse a un niño que, inconsciente de su realidad, no se da cuenta de que ahora pertenece al reino de la dama. Entre hermosas imágenes que, luego me di cuenta, aludían a otras cartas, la luna se pasea dibujando su realidad, llevada de la mano del poeta. “Niño, déjame que baile. / Cuando vengan los gitanos, / te encontrarán sobre el yunque/con los ojillos cerrados”. Siempre sabiendo el destino de las cosas a su alrededor de antemano, es símbolo de lo femenino y su intuición (Aunque, sí, muchas veces me he preguntado si esto pertenece sólo a lo femenino) que sabe todo sin saber, como la sabiduría taoísta. Resulta curioso que el niño, inocencia, estrellita que llevamos dentro, capacidad de sorpresa; esté preocupado por la luna ante los gitanos ¿qué será lo que teme que le hagan? ¿Pueden hacerle algo?

Al final el niño está junto a la luna en su reino. La inocencia se queda, entonces, entre las sombras, y nosotros, adultos, gitanos, la lloramos en la fragua.

Alguna vez escuché que este niño es la estrellita que siempre sale al lado de la luna. ¿Sabe alguien algo de esto?

Felices lunas.

Carlos J. Díaz
Kaze




miércoles, octubre 22, 2008

El paseo de los gatos.




Hace un tiempo fui publicado en un libro electrónico o e-book, que recoge una colección de cuentos breves de varias partes del mundo (o de los que se enteraron del concurso) El libro se llama "Literatura Comprimida"2008.
El cuento es el siguiente:


El paseo de los gatos.

Los gatitos de mi casa, esa hembra siamesa y ese callejero naranja, decidieron dar unas vueltas por el patio a revisar que cosa nueva había parido la vida. Tocaban con el aire, con el aire tocaban las cosas. Nada olía a nuevo, o todo olía a nuevo. A pesar de que ese paseito ya lo habían hecho todos los días anteriores, curiosearon por el patio viviendo el mundo. Se sentaban de vez en cuando a respirar vida y mirar. Meditaban cual budistas absortos en los horizontes. Despiertos, mis gatitos volvieron a la alfombra que reposa frente a la nevera, entonces se mezclaron a dormir juntos, soñando quizá con qué nuevos paseos en el patio.

Entonces, en un cuarto de mi casa, los imitamos.


Aquel que esté interesado en el libro, contácteme.

Carlos J. Díaz
Kaze

lunes, octubre 20, 2008

La luna en el agua 02

Y en el bambú

Un viejo cortador de bambú se encuentra, entre bambúes y un resplandor extraño, a una niña hermosa. Se la lleva a su casa y, con su pareja, llega al acuerdo que llamarla Kaguya Hime.
La niña crece, y de ser hermosa, pasa a ser una belleza mítica, plateada, como fuera de este mundo. Con tal belleza era de esperarse de que tuviera muchos pretendientes, pero Kaguya Hime no estuvo interesada en ninguno de ellos. Tal fue su desinterés que, a los cinco más persistentes, les puso pruebas imposibles de superar. Todos fallaron. Sin embargo, tal fama de belleza inalcanzable llegó al oído del emperador, el cual fue a comprobar con sus propios ojos la verdad de este rumor.

Ni el mismísimo emperador pudo resistirse a los encantos de Kaguya Hime.

Luego se reveló la razón por la que Kaguya Hime no aceptaba ningún pretendiente. Resultó ser hija de la luna, que bajó a la tierra a cumplir una penitencia y, ya pasado el tiempo, debía volver.

Esto entristeció al viejo y, mucho más, al emperador, el cual hizo lo posible por impedir el traslado de la princesa lunar a su verdadero hogar. Mas todo fue en vano. Luego de dejarle una pastilla para la vida eterna a sus padres terrenales, y una carta al emperador, Kaguya Hime partió a la luna para nunca más volver.

Sus padres no querían ser eternos sin su hija, así que le dieron la pastilla al emperador. Éste, tampoco interesado en el bien de la vida eterna sin Kaguya, quemó la píldora, junto con una carta de respuesta para la princesa, en la cima del monte Fuji, el lugar más cercano a la luna en Japón. Desde entonces se puede ver un hilo de humo que asciende desde el monte a la luna, las palabras eternas del amor del emperador por Kaguya.

Este cuento, lo sabrán muchos, no es mío. Lo he reescrito – mala maña de cuenta cuentos – para que lo pudieran leer en el blog. Aun así, a los más interesados, les dejo links en donde pueden encontrar una versión en inglés y una versión en español del mismo cuento.

Aquí en inglés
Aquí en español

Se trata de Kaguya Hime, o "La hija del cortador de bambú": uno de los cuentos más representativos del folklore japonés, y data del siglo X. Tiene relación con otro cuento llamado Banzhu Guniang, así como con millones de referencias en el cine, en la literatura, en los videojuegos y en el manga. ¿Cómo no ha de tener relación, si todo en la luna es espejo?

La verdad es que me he encontrado con el cuento en el libro “Mi nombre es Sei Shônagon” de Jan Blensdorf, el cual retrata una interesante estampa del país del sol naciente.
Más sobre la luna y Japón, y sobre lo que la luna tiene la costumbre de traer en las noches, pueden encontrar en el blog Margen del Yodo, de Aurelio Asiain.

Finalmente, les dice este loco que a veces le habla a la luna, no le envíen tantos mensajes, tantas cartas quemadas en altos montes… ella escucha mientras menos se le habla.


The Bamboo Princess by ~flightless-angel on deviantART


Carlos J. Díaz
Kaze

jueves, octubre 16, 2008

The western world has rejected the western world

"Reviéntale los dientes contra una pared" Me dijo que le dijo a su hijo después de que éste, con un incisivo roto, le explicó el por qué ya no tiene su sacapuntas y el juego de colores que ella le compró "con su dinero que tanto le había costado ganar". Yo, no dejándole ver como morí un poco por dentro, me limité a seguir escuchándola.

- Es así – Dijo – es que mi hijo es muy pendejo. Se deja quitar las cosas por los compañeritos de clase. Me dice, el muy bobo, que se los presta porque no tiene nada. Y yo le digo “Antonio, pero eso no es mi culpa. Yo te compré esas cosas a ti con mi dinero y eso me cuesta mucho trabajo. No me importa que ese niño no tenga nada, de ese niño se tiene que ocupar su madre y no tú”. ¿Has visto, chico? Es que todavía no tiene la malicia que se necesita para vivir.

- Pero no le mates la nobleza, así no – Dijo un compañero de trabajo que también escuchaba el discurso – Enséñale a ser malicioso, pero no le mates la nobleza. Es por eso que el sueño de los cuentos de hadas de Disney no se cumplen.

- Ay no, yo no quiero un Peter Pan ni un bicho ahí de colores ni nada. Eso es bonito es pa’ verlo. El mundo de hoy funciona muy – y mientras decía ese “muy”, taladraba el oído con la agudeza del tono – distinto.

Cerré los ojos por un instante y, como gota en el agua, caí en el futuro. El niño ya ha crecido y le ha echado agua, todos los días, a la semilla que plantó su madre ese día que le enseñó cómo vivir. Sin embargo, algo no cuadra, el suelo en donde está sembrada esa semilla no parece fértil: su corazón pendejo es demasiado noble. Todo él es contradicción, todo él es choque.
Quiere y no quiere, hace y no hace, y de tanto ir y venir no le queda de otra.

Entonces…



martes, octubre 14, 2008

La luna en el agua 01



La primera vez que vi la imagen de Devendra Banhart pensé que era una persona árabe o del medio oriente. Su tupida barba, como anaquel en árbol viejo, parecía guardar infinitas historias. Sorpresa sentí al saber su corta edad y su procedencia. Es Venezolano como yo.

La segunda pasada de mis ojos por su imagen fue más profunda. Me atrevo a decir que esta vez participaron mis otros ojos, los que ven las cosas que no se ven; y vi a un ser iluminado. Su sonrisa, de niño diciendo la verdad, me daba paz.

La tercera vez fue para leer lo que decía la entrevista que, en una revista de domingo, mostraba sus rostros. Confirmé lo que mis otros ojos me dijeron. Sus respuestas estaban escritas, sin embargo, podías escuchar la serenidad de su voz, la tranqulidad ante las preguntas, la entrega al flujo secreto de la vida, a ese río misterioso.

La cuarta (o carta) vez escuché esta canción, y comprendí que me hablaba.

Los que me conocen, o los que me leen, saben que la luna habla conmigo de vez en cuando, que entre luces moradas me cuenta las historias de su pasar por el pasillo celeste. Saben también - y si no lo saben, les cuento - que La Luna es una de mis cartas favoritas del tarot. Y me parece sorprendente que el señor Devendra, muy probablemente sin intención, retratara el espíritu de esta carta en esa canción. Como podrán ver, la luna en el tarot es un ser que reposa en un mundo de sombras, que espera algo, que es llamada o respetada o guardada por un par de perros por los que todos hemos sido despertados alguna vez; y que es guardiana de un mundo ulterior que no podemos ver, pero que, tal como todo en el reino de la luna, si cerramos los ojos, podremos sentir.

Luego viene Devendra, fluyendo en el río, "es el perro a los pies" y se queda sin nombres. Canta esta canción con la luna, y de manera que no prentendo explicar aun, la luna lo puede escuchar. Yo también siento que, a veces, espero a alguien que se "denamora".

Espero, verdaderamente, que bailen eternamente en el mundo que nadie nunca dibujó.

Aquí les dejo la tonada del amigo Devendra.



Y como dirían los finales de capítulos de series ochenteras y noventeras "esta entrada continuará..."

Carlos J. Díaz
Kaze


martes, octubre 07, 2008

Sueño 23

En vista de que se acabaron mis vacaciones, me dispongo de nuevo a escribir para los pocos que leen este blog y, más especialmente, para mí mismo. Comenzaré dejando un texto antiguo que, como invocación, prentende ser una cuerda que me saque del barro. No, no pregunten cuál barro. Sólo sientan.


No recuerdo haber abierto la puerta para cuando entré. Ya estaba dentro de todos modos, siempre lo estuve. Todo estaba hecho de ecos. Absolutamente todo. Mi respiración incluso era un eco de todos los tiempos.

Era un colegio. Una institución estudiantil que no tenía forma. Una academia llena de ecos, de paredes deshojadas.

De cenizas. De polvo.

Junto con el frío, me daban la bienvenida un verde claro, un blanco que perdió su juventud, arcoíris y niños felices mal dibujados, niños dibujados mal felices.

Un reloj de péndulo que está paralizado hacia la izquierda.
Un pupitre tan rayado que los mensajes se perdieron en la madera ajada.
Ventanas que pestañean la luz con polvo.
Yo.

- Has tardado – Dijo Andrea, porque ella no tiene otro nombre – Aquí tienes tu hoz – Y extendió ante mí una guadaña negra, preciosa, brillante, muerta. Ella vestía de luz. Andrea era luz – no digas nada. Mira, mira a los niños jugar.

Asomo mi mirada por la ventana. Veo un parque de niños: Rueda, puente, columpios, toboganes; en el centro de todo hay un pozo cuya luz reflejada en el agua describe la vida de su entorno que, tal como ella, está paralizada.

- Ya viste suficiente, es hora de que canten los pajaritos. Vamos, vamos, ¡a perder la vista!- Me regañaba con una dulce sonrisa.

Andrea, ella, tomó una venda, y la amarró a mis ojos.

- Despierta


Carlos Díaz
Kaze