lunes, octubre 27, 2008

La luna en el agua 03


Entre gitanos


Para mi trabajo de tesis me serví de un manojo de cartas tarot. Sí, las mismas que los adivinos, o las páginas web automatizadas, usan para poder predecirte si tu novio te dejará o no, si tu esposa tiene otro, o si ganarás la lotería y con cuál billete. Claro, yo no usé las cartas para predecir el futuro de mi trabajo, como muchos podrán pensar; sino que me valí de ellas para poder interpretar poemas, ya que, si el tarot puede interpretar gente, ¿por qué no poesía?

Para no irme por los caminos más complicados, ya que estaba comenzando con esa investigación (Todavía hoy la continuo, sólo que con otros textos), elegí un poeta cuyas imágenes estuvieran relacionadas culturalmente con el imaginario del tarot. Nada más y nada menos que a Lorca. Éste fue el poema con el que más me agradó trabajar: “Romance de la luna, luna” del romancero gitano.

La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.

En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.

Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.

Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.

Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

Cómo canta la zumaya,
¡ay, cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.

Federico García Lorca

Hay muchas cartas aquí, pero mencionaré sólo a nuestra protagonista: La luna. Nuestra damita plateada tiene, como ya dije en otra entrada, el puesto número XVIII entre los conocidos Arcanos Mayores, que en el tarot representan los grandes misterios. Mas la luna, entre todas las cartas del tarot, se corona reina de los misterios: es el reino de lo oscuro y de lo secreto, donde van a parar todas las cosas en las que no queremos pensar o aceptar. Es el reino de la sombra de las que nos hablaba Jung.

En el poema la luna es la danzarina diosa que baja a llevarse a un niño que, inconsciente de su realidad, no se da cuenta de que ahora pertenece al reino de la dama. Entre hermosas imágenes que, luego me di cuenta, aludían a otras cartas, la luna se pasea dibujando su realidad, llevada de la mano del poeta. “Niño, déjame que baile. / Cuando vengan los gitanos, / te encontrarán sobre el yunque/con los ojillos cerrados”. Siempre sabiendo el destino de las cosas a su alrededor de antemano, es símbolo de lo femenino y su intuición (Aunque, sí, muchas veces me he preguntado si esto pertenece sólo a lo femenino) que sabe todo sin saber, como la sabiduría taoísta. Resulta curioso que el niño, inocencia, estrellita que llevamos dentro, capacidad de sorpresa; esté preocupado por la luna ante los gitanos ¿qué será lo que teme que le hagan? ¿Pueden hacerle algo?

Al final el niño está junto a la luna en su reino. La inocencia se queda, entonces, entre las sombras, y nosotros, adultos, gitanos, la lloramos en la fragua.

Alguna vez escuché que este niño es la estrellita que siempre sale al lado de la luna. ¿Sabe alguien algo de esto?

Felices lunas.

Carlos J. Díaz
Kaze




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