martes, noviembre 03, 2009

Por estos soles (09)




Por estos soles se celebrará el “tradicional” encendido de luces de la Feria Internacional de la Chinita. Se trata de un conglomerado de adornos a cada faro, cable, arbolito, arbusto, ventana, cerca, estatua, fuente o simple perro callejero con muy mala suerte; en los que abunda una exagerada cantidad de luces amarillas o amarillentas. Por ahí un tipejo creyó recitar un poema al decir que Maracaibo era la ciudad cuyo “noviembre era soleado hasta en las noches”. No es que la idea de tener más horas de sol alegre a un Maracucho, pero más o menos ilustra la idea.

El encendido de luces se lleva a cabo en el marco de la Feria de la Chinita, feria de la que ya he hablado en este blog, y de la que seguramente haré otra entrada apenas pase por las fechas clave. Sirve de excusa para todo marabino de salir a emborracharse arropado por un ambiente familiar: bullicio sudoroso y eructado, música estridente en cada esquina que no se pone de acuerdo, turba violenta pero sólo consigo misma, perrilla en cada parada, los mismos juguetes, los mismos vendedores ambulantes, los mismos colores que no haría combinar ni Cupido. Kitsch.

Sin embargo, el encendido tiene un origen más bien adorable. Sucedía en aquella Maracaibo de hace unos 10 o 15 años que cada casa de la llamada clase media se llenaba de luces en navidad. Se podía contemplar belleza luminosa, casas cuyos contornos eran adornados por luces. Aún puede verse esta tradición en alguna que otra ventana de apartamento. Lo cierto es que con el tiempo, más ladrones en la ciudad, menos luces que duraban hasta la fecha clave de navidad, menos posibilidades económicas que llevaban a escoger entre tener pesebre o arbolito o luces; fueron empujando las luces a sus periferias: o había luces dentro de la casa donde no se las pudieran robar, o que las tuviera otro que las pudiera costear. Ese otro fue el estado, cuando en uno de estos años del nuevo milenio se inventó un cuento de ser una ciudad “modernísima” y adornó la calle de Bella Vista tal como se hacía en las casas en aquellos años, y como en Maracaibo la navidad comienza en finales de octubre y se va en mayo, se encendían a mediados o principios de noviembre. Aunque no lo sepan los creadores de tal tradición, todo esto viene a cuento con la idea de, en los meses más oscuros, traer más luz. Aquellas culturas que celebran el Yule o solsticio de invierno saben más de esto. Adorable, en verdad.

Lo que no es adorable es que piensen celebrar el encendido también este año, en el que una crisis energética azota diversos sectores de la nación. No es raro, sin embargo, que al maracucho no le importe nada de esto. Tristemente, por estos soles, tenemos una tradición de conciencia anti-verde. No conservamos nada, no reciclamos nada, no cuidamos nada; a menos que nos obliguen. Basta con ver que también es tradicional el ver a la anciana maracucha lavar la acera a pleno chorro, salir de casa dejando aire y luz encendidos, el televisor encendido en la sala cuando absolutamente nadie le está prestando atención, el muchacho que se arregla el cabello dejando el chorro de agua agonizar en el lavamanos, ir manejando y botar por la ventana el vaso o envase que contenía la basura que se acababa de comer; en fin, podría enumerar hasta que se repita la prehistoria, aunque solo baste decir, para concretar el punto, que sigue siendo tradicional la matanza de toros en la feria de la chinita. Resulta la máxima ironía que, en una Feria para un santo, se asesine sin razón alguna. ¿No era que en la religión católica ya no se practicaban los sacrificios?




Esto no es una cuestión política, puesto que el planeta no toma partido en ningún bando político. Puede ser muy cierto que el problema energético sea ocasionado por mala gestión gubernamental, pero no prestarle atención y, lo que es peor, agravarlo, es como aquél que para aliviar una enfermedad del hígado va al bar a beber un traguito –ustedes saben, sirve para el dolor-.

Tampoco es una cuestión de romper tradiciones: no se trata de eliminar por completo algo que nos identifica como pueblo, es permitir que la evolución humana llegue a nosotros. Una propuesta la hace el equipo de Animanaturalis: Una Llama Anti-Taurina, que consta de un encendido colectivo de velas en una noche específica, para formar un espectáculo de luces naturales y vivas, y así intercambiar una tradición destructiva por una posiblemente constructiva. Es “cambiar las espadas por rosas”, como diría aquel grupo español Mago de Oz.

Y en cuanto a las luces, ya nos toca a nosotros, como pueblo, pensar en qué se puede hacer para mejorar esta tradición, para ver si nos queda planeta en donde seguir siendo maracuchos, en donde siga habiendo soles de los que hablar, para que Perdroso el Oso, la mascota de Cerveza Polar, no se convierta en nuestro destino.






* Una respuesta a esto la da don Exodus.

1 comentario:

  1. Hola. Bueno, puede que el pueblo maracucho, en su mayoría, se identifique con el alumbrado de la avenida Bella Vista y piense que eso es algo muy beneficioso, pero algunos pensamos diferente (creo que bastantes aunque no seamos mayoría), entre otras cosas, porque los señores que hacen ese trabajo tienen pésimo gusto. Hemos visto, por ejemplo, Micky Mouses (o como se escriba)y Patos Donald diabólicos dando vueltas grotescamente, eso no tiene nada que ver con nuestra cultura, a pesar de que solemos tener muy mal gusto(es una característica maracucha). Además, los alcaldes y gobernadores compiten para ver quién es peor y se lucen con su "pan y circo", que ojalá fueran panes y circos de verdad. Gastan un dineral en algo que no es lo que debería definir su gestión.
    Yo me acuerdo que las casas las adornaban mucho por fuera, y tienes razón con respecto a la delicuencia, pero aquí somos tan arre...que cada año consumimos más mercancía navideña. De verdad, no creo que la gente haya dejado de adornar, a donde uno entra hay luces, arbolitos (pesebres para nada), san nicolases, angelitos, etc, etc, etc. Las tiendas se abarrotan de gente comprando adornos navideños, las colas en la cajas son interminables, créemelo que he vivido la experiencia con mi madre.
    Esta ciudad no está pensada para la armonía con la naturaleza. Estoy de acuerdo en que no nos educaron para conservar, sino para destruir; parece no haber conciencia, el derroche es insólito y a nadie parece importarle.
    Lo político está en todas partes, a la gente le encanta meterlo, gozamos con la quejadera (de un lado o del otro), con el pesimismo, con la tragedia, el amarillismo, etc. Cada día nos odiamos más en la calle y manejamos peor y el calor termina siendo la excusa perfecta para maldecir al que se nos atraviese.
    La feria perdió completamente su sentido, eso me parece grave. La gente paga millonadas para los amaneceres vallenateros y reguetoneros, incluso, las entradas caras son las que se venden más rápido. Y como la delincuencia nos está matando, la gente se arriesga a que le den un pepazo por ahí en la madrugada.
    Las corridas seguirán existiendo porque dan mucho dinero y son apoyadas por alcaldías y gobernaciones (de cualquier lado), así de simple, por mucho que a los ciudadanos nos duela.
    Tu artículo me sirvió para desahogarme (me hacía mucha falta). Desde hace tiempo estoy muy descontenta con esta ciudad.
    Los únicos que pueden cambiar la realidad somos nosotros, el pueblo, tomando conciencia y mirando más allá de la televisión y los gobiernos.
    Gracias, saludos.

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