viernes, noviembre 09, 2007

Sueño bidireccional

Un día como todos me despierto en el medio del cielo. Mi cama flotaba en el suelo del firmamento, hecho, como sabrán, totalmente de algodón de azúcar refinado. Me bajo de la cama, cuidando muy bien de comenzar con el pie derecho, entonces pienso: “¿Por qué cuando uno comienza con el pie izquierdo, comienza mal el día?” Inmediatamente se levantan de las nubes un centenar de podios, de esos que usan los dirigentes políticos, o dirigentes eclesiásticos, o cualquier otro tipo de titiritero vulgar; y hombres hechos de papel periódico empiezan a balbucear violentamente palabras muy ciertas en lenguas que definitivamente no entendía.

Al cabo de un rato me terminé por cansar de toda esa verborrea de palabras extrañas que aún no resolvían el hecho de comenzar con el pie izquierdo o derecho. Para no herir sentimientos, simplemente, decidí acercarme al borde inferior de la cama, y bajar con ambos pies: Al-mis-mo-tiem-po. Al unísono con esa acción polisílaba miré hacia abajo. El planeta se extendía con todo su esplendor, y desde la región dibujada con nombres de China, Cuba, Latinoamérica, Rusia y otros que simplemente no sé escribir; se levantaba un vapor rojo seco, rojo oscuro, rojo sangre marchita y vieja, como si fuera un suspiro de la arena que la tragó hace años y años, y años. Y al llegar a la altura en donde yo me encontraba tomaron forma vaporea-humana. Ellas no hablaron, susurraron. Ellas no gritaron, advirtieron. Ellas me abrazaron, y desaparecieron.

No tardó mucho tiempo para que yo entonces dejara de mirar abajo, y mirara al horizonte multicolor sin pensar mucho en lo que había sucedido. Me deje tragar por el amanecer, y con ambos pies, comencé mi día.

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