jueves, febrero 07, 2013

El muro de las maravillas

A Natalia, con el más absoluto amor, con la más pura hermandad

Desde la primera vez que escuché la canción de los Gallagher pensé que Wonderwall se refería, en traducción burda y barata de una mente perezosa, a una pared de las maravillas. Fue hace poco, me da vergüenza confesar, que descubrí tras la respectiva googleada que hacía más bien referencia a los Beatles, específicamente a Lennon al referirse a su chica Yoko Ono como su wonderful cuando lo que le salió fue la palabra que hoy titula la canción del grupo Oasis. 

Me dio curiosidad, y empecé a masticar lo que iba consiguiendo de la canción. Me sorprendió el hecho de que fuera una canción escrita por Noel a su ex esposa, ya muy lejos de él. 

Me dio risa, una sonrisita ahogada y nostalgia. Siempre que he escuchado esa canción me ha sido inevitable pensar en la misma persona, siempre. Una mujer a la que he tenido siempre en tanta admiración, estima y respeto que la vi como la mujer de las nubes, una especie de ninfa que navegaba por los cielos pintando las estrellas y los colores del amanecer. 

Escuchar la canción siempre significó desconectarme, ir a un mundo secreto y callado donde todo fuera posible, y fuera al fin posible el día en que todo regrese a ella. En que se abrieran las puertas desdibujadas a la que ha sido, después me di cuenta, una de las personas más importantes en mi tránsito por este mundo. 

Pero todos los caminos que tuvimos que transitar fueron enredados, por nuestras manos, nuestras estupideces, nuestra credulidad en una inmortalidad, rota años después ante la certeza de la fragilidad humana que llega siempre más temprano que tarde. 

No puede ser descrito aquí, jamás, con ninguna palabra, toda la cadena de daños que le hice a esta persona. Todo el rechazo, el odio fingido, las mentiras, los engaños, el tejido de negrura y desidia, el abandono terrible y la traición que le hice. Me costará años, quizá, tejerlo para purgar. Y sin embargo, mírala a ella, terca y cerca, como siempre, aquí. 

No importó tormenta, se mantuvo ahí. 

No importó maltrato, se mantuvo ahí. Bloqueando todo el mal que pudiera venir en mi camino, todo aquel que yo no pudiera soportar, dejando pasar solo lo que sirviera para aprender. 

Las cosas han cambiado, seguramente. Ahora, el amor que le profeso por todo lo sucedido, y el temple, madurez y perdón que ha demostrado, es el amor de un hermano de muchas vidas, pasadas y por venir. 

Por que quién sabe, al final sí fue en cierto modo ella la que me salvó de mí mismo. 

De todos modos, al final, sí fue mi muro de las mil maravillas. 

Infinitas gracias. Ñau. 

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