miércoles, agosto 05, 2009

Otra voz en el viento


Éste es otro texto que no es mío. Los dejo aquí mientras sigo trabajando en otros proyectos.


Corazón a veces se escribe con E.

Eres de la generación de los playgrounds con piso de concreto, de fracturarse una pierna a los 6 años por no haber pisado la pata del columpio antes de brincar del tiovivo a la cabeza del gusanito de metal. Eres de la gente del coraje, amas con todo, amas de frente, amas con garra, amas con sangre. Amas que dejas un nudo en la garganta cuando partes. Y ríes con la carita toda arrugadita. Y lloras sin dejar de mirarme, sin siquiera pestañear.

Eres la melena azabache de tus ancestros que cabalgaron la pradera, de piel mestiza, fuerte, con olor a historia. Eres la pequeña boca perfecta, el beso suave y preciso como el agraciado golpe de arte marcial, del viejo maestro que sin esfuerzo te parte el alma. Eres sabor a nostalgia, a lanzar los papeles de mi escritorio cuando me asalta el recuerdo de besar tus dientes mientras ríes a cosquillas, a susto en el pecho de tenerte lejos, a sueño mojado, dormido y despierto.

Tu mirada. Que Dios me castigue por intentar ponerla en palabras. Tus ojos sonríen y se abren, con sangre, con garra, tal vez sólo conmigo, tal vez con otros, no lo sé porque no me has mirado a otros ojos sino los míos. Y porque te veo a tu paso ganándote al mundo, con tu acento dulce de pueblo pequeño hablando palabras de metrópolis con muchos museos; con tu reír cantando y tus por favor y tus gracias para quien sostiene el mandato y quien sostiene el lampazo. Y también, tal vez, con tu mirada, de forma de almendras y color del negro salvaje abismo, tu mirada espiral que me succiona hasta tu boca, desde el otro lado del cuarto, desde mi silla, desde mi otra ciudad me halan hasta tu boca, y mis manos entre tus dedos contra la pared, mi cintura empujando contra la tuya con la autoridad de la fuerza de la naturaleza. Desde ese rincón en mi baño para los días de llorar tu ausencia, no hay escapatoria de tus ojos sonrientes que sonríen con esa sonrisa de morderte esos labios que golpean suave en ese lugar donde se quiebran dos almas y se mezclan para formar gritos de amor animal, adolescente, puro.

¿Será así, que nadie lo sabe, y tienes una mirada secreta, y la usas sólo para mí? No respondas, deja que me guste esa canción. Pero no dejes ya que mi cintura te llame, ella insiste en que es natural.

Eres pubertad, eres pisar la grama con los pies descalzos y apretar los deditos para sentir la tierra mojada, eres fugarse del colegio para ir a verte sin que mis padres se enteren, cambiándome la ropa en plena carrera para que no me vean en uniforme. Sí, eres correr sin camisa por la calle, enamorado del amor. Eres la muchachita linda que escucha Matchbox con el chico que escucha Metallica, y se ven tan lindos él de negro con barba y tú de rosado y un cintillo.

Eres la esperanza, eres del Benedetti y de acurrucarse toda la noche. Eres de los lobos, de los melancólicos, de los del viejo amor inolvidable. De los que saben el significado y el trabajo del amor, de los que se tenían que parar de la silla para cambiar el canal, de abrir un libro pesado para aprender.

De aullarle a la luna por la caricia que se fue de la única mano que encaja perfecta entre tus dedos.

No aúlles más, te lo ruego, que la luna me cuenta. Creo que te quiere mucho. Y no le gusta verte triste.

Jesús Rangel

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