domingo, mayo 03, 2009

Caminos





"Parece un camino" dijo un niño cuando vio, por primera vez, un libro en braille. Recorría, junto a sus compañeros, las instalaciones de la BPZ (a saber: Biblioteca Pública del Zulia) y, como siempre, la segunda sala que visitan es la Sala Braille Miguel Ángel Jusayú. "Parece un camino" dijo, tocando los puntitos que dan, a las personas invidentes, la posibilidad de leer. No pude evitar recordar un capítulo del libro de Maxence Fermine, Nieve, en donde Sôseki, -personaje que recuerda a Natsume Sôseki, el importante autor japonés- dice lo siguiente:

"En realidad, el poeta, el auténtico poeta, posee el arte del funambulismo. Escribir significa avanzar palabra tras palabra por un hilo de belleza, el hilo de un poema, de una obra, de una historia estampada en un papel de seda. Escribir significa avanzar paso a paso, página tras página, por el camino del libro. Lo más difícil no es elevarse del suelo y mantenerse en equilibrio, ayudado por el balancín de la pluma, sobre el hilo del lenguaje. Tampoco significa caminar hacia adelante por una línea continua interrumpida por vértigos tan furtivos como la caída de una coma o el obstáculo de un punto. No, lo más difícil, para el poeta, es permanecer constantemente en ese hilo que es la escritura, vivir cada momento a la altura del sueño, no bajar nunca, siquiera un instante, de la cuerda de su imaginación. En realidad, lo más difícil es convertirse en un funámbulo de la palabra."

La verdad es que yo siempre he imaginado el arte de escribir como el acto de zarpar desde una playa y montar navegación mar adentro. Es increíblemente difícil romper la barrera de las olas, de la hoja en blanco. Pero una vez rota, puedes navegar por el texto que fluye y fluye, mar adentro, ser adentro, historia adentro; hasta conseguirte con las tormentas.

Sí, definitivamente los libros en braille parecen estar plagados de caminos. Mas eso no los hace muy distintos a los otros libros, a las otras vidas.

1 comentario:

  1. En la orillita, antes de caer... a veces, sino la mayoría del tiempo, así se siente uno escribiendo. O caer al abismo de tus palabras, o al de tu subconsciente desbordándose mientras intenta ser escuchado.

    Toca dejarse fluir, y dejar que el teclado se convierta en agua con uno... porque no queda otra. Leí en alguna parte que un escritor era simplemente alguien a quien escribir se le hacía más difícil que a todos los demás mortales; a veces puede sentirse como una condena, pero es, siempre, el camino al Paraíso.

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