lunes, mayo 12, 2014

8.

Se deshace el sol,
se cae, de a costritas
como si estuviera hecho de hojaldre
pero no fuera sabroso.

Así se deshace el sol
    porque tu abriste la puerta
que no tenías que abrir.
Con la llave que no tenías.

Me pregunto:
¿Cómo conseguiste la llave?
Estaba del otro lado de la puerta
junto a mi cadaver.

Había sembrado esa llave en
mi garganta
con la esperanza de que creciera
verde palabra, yo nuevo.

Y todo este nuevo discurso
abriera esa puerta
que tú abriste.
Pero ya qué más da.

Ya se deshizo el sol,
las costras del astro caen cual cerezo
la sombra sirve de cortina a la puerta
apura, que no vas a conseguir el sofá.

Siéntate, haz café
si puedes.
No me puedo mover,
estoy muerto.

Pero te escucho.
Tú conversa, que yo te escucho.
Tú imagina que te respondo,
que la boca la tengo abierta.

No, no te acerques mucho.
No te puedo estrechar la mano.
No puedo tocarte, o sentirte.
O olerte o verte o saberte aquí o imaginarte o deshacerte o morderte o desmorderte o vivirte o morirte.

Quizá morirte sí.
Si te sientas.
Si no me besas así.
Si no me riegas.

Ya qué más da.
Ya crezco, ya se devuelven las costras al cielo.
Ya brilla un sol nuevo.
Y estrellas. Ah,

que no es sol.

Que ahora es luna.

Luna.

Ah.

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