sábado, septiembre 12, 2009

El origen de los grandes desiertos.


La foto es de niyebe, de deviantart


Y dale y dale, pero si ya está bien. ¿Qué más le vas a dar, mujer azul? ¿Te dije que me gustaba el azul? Pero no le dejas de dar, y dar. Encontraste ese punto con un color imperfecto, dices. Un color imperfecto. Cosa tan absurda. No es que no sea perfecto, claro, me explicas; es que está en un lugar inadecuado, argumentas. Nada, para ti ese color no va ahí. Está lleno de una antítesis pastosa, un kitsch insoportable, una necia pesadez, una fastidiosa levedad. Es un color inaceptable en ese lugar, como falso, como una mosca muerta en el medio de tu obra. Pero esa mosca la pusiste tú, también, mujer. Tú. Que andabas en tu monstruo caminante, de patas larguísimas, que te lleva hasta el cielo, que pintas el cielo desde el monstruo caminante. Pacum Pacum, que hace el monstruo y tú, pintas el cielo. Nada importa, es el cielo, la pintura, tu gran obra. Ya no te gusta, la cambias, tu gran obra, y ahora el toque magistral es una mosca muerta en el medio de tu obra. Y dale y dale. Ve, que te ayudo.

Le diste y le dimos, hasta que lo rompimos. Ya, mujer, no le puedes dar más, que lo rompiste. Se rompe el cielo sobre ti y no sabes qué hacer, y se caen todos los colores, secos del tiempo, de las historias, de los recuerdos secos y caen, hechos arena. Se cae el cielo hecho arena y se lo traga el desierto, ese desierto bajo las patas de tu monstruo, mujer, bajo las patas de la bestia. Ese desierto se hace gordo, de toda la arena que traga, de todo el cielo que cayó. Se tragó todo mujer, el hambre, se tragó todo.

Ya no hay más que dar. Si acaso se te ocurre darle una pinturita unicolor, monocromática, al cielo desnudo. Si acaso. Porque ya no hay más que dar y dar. No en esta galaxia.

Carlos J. Díaz
Kaze.

1 comentario:

  1. Que poético y a la vez que familiar, que cotidiano... con que facilidad (tristemente), podemos tornar la gloria en vacío, el nosotros en nada más...
    felicidades, es muy bello!

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